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La legalidad y la acción humana

Espero que los juristas y leguleyos perdonen mi insolencia ya que abordaré la legalidad desde la óptica económica buscando con ello demostrar que gran parte de los problemas del país se basan en la justicia y que en sus manos está salir de este atolladero.

Cuando una persona se asocia a un club, lo hace esperando disfrutar de los beneficios que le proporcionará, como, por ejemplo, usufructuar de las instalaciones del club siempre y cuando presente sus credenciales, pero no podemos olvidar que dichas credenciales tienen un costo, los aportes sociales o cuotas. Lo bueno de un Club es que, si los beneficios esperados son insuficientes o los costos para acceder a tales beneficios pasan a ser muy onerosos, pues tenemos la opción de salir del club, esta valoración de medios y fines es realizado por cada individuo de cara a cualquier decisión. Lo mismo ocurre cuando hablamos de una empresa, organización o de un estado.

En economía llamamos costos a todos aquellos sacrificios que en una u otra medida debemos realizar para obtener algo que deseamos. Por ello se considera que cada acción parte de una decisión y toda decisión es una renuncia.

Las decisiones se toman en base a la información parcial que disponemos y acceder a esa información también requiere sacrificios, es decir, tienen costos. Si queremos adquirir un video juego, deberemos obtener información respecto a su calidad, prestancia, durabilidad, etc. Así como su precio. Tales informaciones se obtienen reasignando parte de nuestro tiempo para adquirir tales informaciones, sea por medio de revistas especializadas, internet, referencias de experiencias de otros amigos o conocidos, etc., lo mismo pasa con los tomates, o la empanada del bar más cercano. Sin embargo, nunca nos encontramos con información completa, y la toma decisiones lo realizamos mayormente por medio de reacciones intuitivas y automáticas o por medio de reacciones calculistas y analíticas. Son los sistemas 1 y 2 de Kahneman respectivamente. El sistema 1 es ágil y consume poca energía, lo hacemos cuando estamos manejando de día por una carretera conocida, estamos en modo automático, el cerebro toma decisiones automáticas con bajo consumo de energía, pero si se oscurece y empieza a llover, las nuevas condiciones activan al sistema 2, pues es un escenario no habitual, y empezamos a calcular nuestros movimientos, por ello al llegar a casa, estaremos agotados, pues el sistema 2 consume mucha energía (Kahneman, 2017). Por ello según Kahneman, somos una máquina de saltar a las conclusiones, y para eso recurrimos siempre a los heurísticos y sesgos cognitivos, que no son otra cosa sino atajos mentales que nos permiten llegar a conclusiones de manera rápida con la menor porción de información posible, y en base a eso tomamos decisiones.

Toda decisión parte de un juicio de valor

Ahora que tenemos una idea de cómo tomamos decisiones, pasemos a cómo valoramos, pues toda decisión parte de un juicio de valor. Los individuos jerarquizan sus necesidades y de acuerdo a la posición que ocupe cada necesidad dependerá la valoración del medio satisfaciente, cualquier variable interna como externa puede alterar el orden jerárquico de sus deseos, y por tanto la valoración que otorgue a los medios.

En este punto hace presencia escénica la ley de la utilidad marginal decreciente, que en pocas palabras significa que la satisfacción que nos proporciona un bien, aumenta en márgenes cada vez menores a medida que obtengamos una unidad adicional de un medio satisfaciente. Es decir, si adquiero una hamburguesa, lo hago por que considero que esa hamburguesa me proporcionará mayor satisfacción que un billete de 10 mil guaraníes, es decir, estoy considerando que la utilidad marginal de la hamburguesa supera a la utilidad marginal de cualquier otro bien que pueda comprar por 10 mil guaraníes, en ese momento. El precio, es la heurística, lo que me transmite en forma condensada la información sobre la cual he decidido adquirir la hamburguesa, comprar una segunda hamburguesa posiblemente ya me parezca innecesario, porque la segunda ya no me dará la misma satisfacción que la primera. El ejemplo clásico es el del vaso de agua. El primer vaso aplaca la sed, el segundo y el tercer vaso rehidratan mi cuerpo, el cuarto ya lo consumo para reforzar la hidratación, y los siguientes ya posiblemente no me proporcionarán satisfacción alguna en ese momento. Eso es utilidad marginal decreciente, y ocurre con el asado, con las películas, hasta con el beso de tu amada, a cada beso adicional que obtengas la utilidad marginal de cada beso con el tiempo va disipándose.

Entonces permítanme presentarles un gráfico que expone lo mencionado antes:

Figura 1 – La línea verde (precio o costo) implica el costo de acceder a un medio satisfaciente y el área por encima de esa línea supone el excedente del que goza el que adquiere el agua, e indica que hasta la quinta unidad considero provechoso pagar el costo por acceder a la satisfacción de cada vaso de agua. La sexta unidad ya no pretendo adquirir pues la satisfacción será inferior a lo que renuncio, es decir, ya existen otras opciones satisfacientes mejores que esa.

Esta línea de razonamiento se aplica a toda acción humana, el que quiere agua, el que quiere hamburguesas, el que quiere ganar una elección, el que desea hacer una inversión, el que quiera mantener una relación afectiva, el que quiera ingresar a un club, el que desea robar, o hasta el que quiere cobrar impuestos.

El crimen

Para retomar el hilo inicial que hace referencia al derecho, me gustaría abordar en primera instancia al crimen. Para Gary Becker, una persona comete un delito si la utilidad esperada por él, excede la utilidad que podría obtener usando su tiempo y otros recursos en otras actividades. Para entendernos mejor, cuando construimos muros y ponemos cercos eléctricos alrededor de las casas, no es precisamente para evitar que un ladrón ingrese, ya que, si decide hacerlo, lo hará (además de que existe la institución policial y judicial), sino para transmitirle la información de que el costo de violentar esa propiedad es muy elevado y los rendimientos quizá no compensen, por tanto… vete a otra propiedad. Dicho de otro modo, elevamos la línea de costo de manera tal a que prefiera dedicarse a otra actividad o a otro objetivo (Becker, 1974).

Realizar intercambios voluntarios en el marco del mercado también tiene sus costos, como adquirir información o hacer llegar nuestra información a los demás, son los que Ronald Coase denominó costes de transacción, que serían básicamente los costes de búsqueda, el riesgo, la confianza, de seguridad, etc. (Coase, 1937).

El Derecho

Para dar un marco institucional al mercado y con ello reducir los costes de transacción se desarrolla otro mecanismo, cual es el Derecho. Las instituciones jurídicas tienen un fundamento económico: abaratar los costos de transacción. Para el efecto, deben definir derechos de propiedad, dar seguridad a los contratos, establecer posibles sanciones por incumplimiento y establecer un sistema de responsabilidad civil extracontractual (Ghersi, 1991). El objeto del derecho por ejemplo es reducir el tiempo que se tarda en identificar a alguien confiable al establecerse normas y castigos, consolidándose así, información adicional para la toma de decisiones, en pocas palabras, reduce la incertidumbre inherente en cada acción. Y como se imaginarán, la legalidad tiene sus costes.

El cumplimiento de regulaciones implica una serie de costos y beneficios que deben ser observarlas por el individuo. Es decir, las reglamentaciones generan beneficios, pero ajustarse a ellas tienen un costo, y como vimos, uno accede a asumir el costo solo cuando considera que obtendrá beneficios con ello. Siendo directo, el costo de la legalidad implica que los individuos se ajustan a las leyes cuando considere que los beneficios de acatar una ley superan los costos de no acatarlos. Esto puede conducir a que la ley quede neutralizada por su propio costo de realización (Ghersi, 1991).

Todos los que quieran disfrutar de los beneficios de la institucionalidad suministrada por el derecho, deben asumir los costos de la legalidad. Pero si tales costos son demasiado elevados, pasarán a ser insufragables y por tanto renunciarán a los beneficios del sistema legal.

Y aquí finalmente llegamos a un problema sustancial para nuestro país: el Derecho posee varias fuentes, y en nuestro país la única fuente es la Ley, diría yo por la propia naturaleza de nuestro sistema de Derecho Civil Romano. Por lo tanto, existe un monopolio en el suministro de justicia y como todo monopolio padece de los mismos problemas que cualquier actividad no sometida a la competencia, mala calidad y altos costes.

La Ley es un mecanismo de información mediante el cual los individuos saben los costes que deben asumir si pretenden disfrutar de la protección de quien suministra el marco institucional, en el caso actual, es el Estado. De ese modo, tenemos dos puntos importantes a considerar, por un lado, el costo de la legalidad, si existen demasiadas regulaciones y tasas, se encarece el acceso a disfrutar de los beneficios de la institucionalidad, por el otro, si calidad del servicio de institucionalidad proveído por la legalidad es deplorable, pues aún con bajos costes, no existirán incentivos para ajustarse a derecho, o a la institucionalidad. El individuo tiende a buscar lo barato y evitar lo que considera caro, es parte de su proceso interno previo a la acción. Por tanto, si ajustarse a la formalidad resulta muy onerosa, pues se trasladará a la informalidad.

Lamentablemente, a cada sujeto adicional que renuncie a la legalidad de origen estatal, aumentarán los que se ajustan a la legalidad informal, asumiendo los costes de la falta de protección legal para ciertas actividades, falta de tribunales, falta de acceso a crédito, seguridad sobre su propiedad, altos riesgos que no se podrán distribuir, etc. Pero lo hicieron previa evaluación de costes y beneficios.

La tendencia en nuestro país es que la legalidad cueste cada vez más y que sus beneficios sean cada vez menores, y usted lector, sabe que a medida que un bien se encarece, pocos son los que acceden a los beneficios de adquirir ese bien. El ejemplo básico para esto es palpable para un esteño, pues adquirir bienes del otro lado del río es más barato, pero legislación mediante se han generado barreras de acceso a tales bienes, es decir, para ajustarse a la legalidad se debe recurrir a un montón de trámites legales y volverse un importador, es decir se deben incurrir en altos costos para trabajar legalmente, lo que hace con que aquellos que consideran que no es rentable tales trámites, pues deberá elegir la informalidad. Y con ello la legalidad se ha transformado en un mecanismo que beneficia a unos pocos en detrimento de la mayoría. La calidad del marco institucional del país y los costos de ajustarse a derecho han hecho insufragable la formalidad así la gente va renunciando a ser parte del club.

Por Víctor Ocampos

Becker, G. L. (1974). Essays in the Economics of Crime and Punishment. NBER, 1-54.

Coase, R. (1937). The Nature of the Firm. Economica, 386-405.

Ghersi, E. (1991). El Costo de la Legalidad. Themis, 5-14.

Kahneman, D. (2017). Pensar rápido, pensar despacio. Barcelona: Penguin Random House.

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