InicioReseñaNuevo orden: incómoda y necesaria reflexión sobre la desigualdad en Latinoamérica

Nuevo orden: incómoda y necesaria reflexión sobre la desigualdad en Latinoamérica

La trama nos habla de una fastuosa boda de la llamada élite social (ricos) que se convierte inesperadamente en una lucha entre clases que deriva en un violento golpe de estado. Visto a través de los ojos de una joven prometida y de los sirvientes que trabajan para su pudiente familia, Nuevo orden sigue las huellas del derrumbe de un sistema político y del nacimiento de un desgarrador reemplazo.

Una producción pequeña en cuanto a proporciones pero gigante en cuanto a detalles, con una  fotografía a cargo de Yves Cape quien nos muestra en cada plano lo que sufren los protagonistas de una forma cruda y brutal. Otro punto de enorme destaque es el montaje de Óscar Figueroa quien expresa rápidamente una atmósfera prácticamente podrida y que fue el resultado de años de desigualdad.

Todos los elementos mencionados se sostienen firmemente con la dirección y  guión de Michel Franco, quien no duda en ningún momento en mostrar las atrocidades que los seres humanos pueden ser capaces de hacer en una situación de sometimiento.

El reparto realiza lo suyo, quedando al nivel de la obra, mostrando una Naian González Norvind totalmente aprovechada y un Diego Boneta diferente al que estamos acostumbrados. Además Mónica del Carmen, Darío Yazbek Bernal, Fernando Cuautle, Eligio Meléndez, Lisa Owen, Patricia Bernal, Enrique Singer, Gustavo Sánchez Parra, Javier Sepulveda, Sebastian Silveti, Roberto Medina y Analy Castro, también hacen un buen trabajo en general, para una película que realmente lo que quiere mostrar hasta donde se puede llegar buscando cambiar las cosas.

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“Nuevo Orden” nos deja paranoicos y nos obliga a cuestionarnos sobre cuál es nuestro lugar en una sociedad donde reina la desigualdad. Donde el rico es poderoso, fuerte y corajoso hasta donde el pobre lo permite, donde la necesidad se convierte fácilmente en miedo y llega hasta la nunca deseada impotencia ante situaciones que no se pueden cambiar sin importar la clase social.

Un punto en contra es la representación de las llamadas sociedades marginadas, se muestran muy diabólicas y el argumento no es muy bien comprendido, pero fuera de eso es una película que no desperdicia un solo segundo en cuestionar todo los elementos de las sociedades latinoamericanas, con detalles como el vestuario, la escenografía y los colores, desde la piel de los bandos hasta el color general de la película. 

Luego de verla lo que menos queda es un sabor agradable, como lo hacen la mayoría de las producciones, reina la incertidumbre y deja abierta la pregunta que sí es posible en la realidad llegar a ese límite la situación de cualquier sociedad y cuál es nuestra cuota de responsabilidad en los resultados. 

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