Doña Silvia Rotela viuda de Benítez cuenta que el comedor nació con la comunidad, que está asentada a orillas de un arroyo en el sector llamado Reina de la Paz, del barrio San Roque de Ciudad del Este. Allí, las familias viven y trabajan de manera muy precaria, pero existe organización y juntos van conquistando derechos. Como por ejemplo, el año pasado lograron la instalación de un pozo artesiano a través de la Municipalidad, que hoy les permite acceder al agua potable.
El comedor nació como una manera de sobrellevar las múltiples carencias a través de la organización y la solidaridad. “Hay mucha pobreza, entonces nosotras entre compañeras nos reunimos. Cuando eso éramos 14 y ahora estamos entre 10. Pero porque se murieron nomás ya no están. Nosotras colaborábamos y de nuestro bolsillo hacíamos la comida. A veces, las personas que nos veían trabajando se acercaban y colaboraban con donaciones”, comentó.
El comedor cuenta con el apoyo de la ONG Callescuela, que les donó un horno industrial que les permite preparar una variedad de comidas para el almuerzo y la merienda. Miryam Rosa Aranda contó que con la harina que consiguen preparan pan casero que sirven con el dulce de guayaba que preparan de la cantidad de frutas que caen de los árboles. Preparan también jugos de mango, acerola, según las frutas disponibles en cantidad en cada estación del año.
Silvia y Miryam comentaron que también venden los dulces caseros que preparan para juntar recursos que les permitan comprar ingredientes para los almuerzos que preparan.
Durante la pandemia, el comedor se tornó aún más fundamental. Casi todas las familias del sector dependían del mismo para alimentarse. “Llegamos a servir 200 platos por día”, contó Doña Miryam. Fue entonces que por primera vez recibieron apoyo de las instituciones del Estado.
Con aportes de la Gobernación y la Municipalidad, conseguían ingredientes básicos para los alimentos como harina, azúcar, aceite, yerba, arroz y fideo. Sin embargo, la principal necesidad está en conseguir carne, leche, huevo y verduras, para nutrir mejor los almuerzos y variar el menú.
“Con lo que tenemos aprovechamos al máximo. A veces no podemos ni preparar una tortilla, porque eso lleva huevo y mucho aceite, porque cocinamos para muchas personas. Nos suele faltar leche para la merienda de los niños”, comentó.
El comedor está sostenido por madres y abuelas de la comunidad, que no sólo preparan el alimento cotidiano de muchas familias, también son la salvación en momentos de dificultad. Doña Miryam comenta que a veces las mamás recurren para pedir ayuda para conseguir remedios para sus hijos enfermos. La mayoría de los adultos vive de la venta de gallinas y frutas en las calles de Ciudad del Este y Presidente Franco, incluso los niños y adolescentes trabajan para ayudar a la subsistencia de sus familias.
Para colaborar con el comedor, se puede contactar con Silvia Rotela al (0985) 832 010 o con Miryam Rosa Aranda (0983) 545 346.