Esta película de 159 minutos de duración, nos presenta un drama musical ambiental izado en los años 50´s 60´s y 70´s y que explora la vida y la música de Elvis Presley (Butler) a través del prisma de su relación con el coronel Tom Parker (Hanks), su enigmático manager.
La historia profundiza en la compleja dinámica que existía entre Presley y Parker que abarca más de 20 años, desde el ascenso de Presley a la fama hasta su estrellato sin precedentes, en el contexto de la revolución cultural y la pérdida de la inocencia en Estados Unidos. Y en el centro de ese periplo está Priscilla Presley (Olivia DeJonge), una de las personas más importantes e influyentes en la vida de Elvis.
Nos trae en el papel coprotagónico a un impresionante Austin Butler, menos pendiente de imitar al cantante y más enfocado en transmitir algo parecido a la energía sexual y presencial que desprendía Elvis. Tom Hanks, hace de un villano protagonista muy caricaturizado que básicamente distorsiona un poco la presentación de la historia. Además, estuvieron actuando Olivia DeJonge, Richard Roxburgh, Helen Thomson, David Wenham, Kelvin Harrison Jr., Kodi Smit-McPhee, Dacre Montgomery, Luke Bracey, Xavier Samuel, Kate Mulvany y Natasha Bassett.
La Música de Elliott Wheeler y la fotografía de Mandy Walker retoma el gusto por los elementos de la gran feria que es el mundo del espectáculo hasta el barroquismo escénico y el ritmo aceleradísimo. Una película memorable, muy brillante, con algunos momentos antológicos en lo que se refiere a lo técnico.
El guion de Jeremy Doner y Baz Luhrmann, impone obstáculos con el narrador poco fiable, dando este papel al villano de la trama. Refuerza en teoría la deconstrucción del ‘biopic’ que propone, pero en la práctica la película acaba perdiéndose a sí misma en un laberinto de simulacros previsible de extravagancia y estética, por minutos reducen la vida del músico a la de una especie de héroe, omitiendo mucha información pública de su vida personal y de su pensamiento con ciertos detalles de su vida.
Finalmente, esas decisiones creativas hacen que la dirección de Baz Luhrman vaya hasta el final, sin freno, con una apuesta excesiva, loca, llena de espectacularidad y muy divertida. Brilla, sin ninguna duda, Austin Butler, con un gran concierto de brillantes y decadencia fastuosa.
