Oriundo desde la lejana Siria a principios de 1950, Mijail Meskin por azares de la vida llega a nuestro país a finales de 1967. Con ayuda de sus familiares, quienes ya llevaban por nuestro territorio a principios del siglo XX, aterrizó primeramente en la capital, Asunción. A temprana edad en un contexto totalmente distinto a lo vivido en su juventud, con la importante dificultad de venir con un idioma atípico a la región del corazón de América del Sur.
“Fueron tiempos difíciles…”, reflexiona el señor. “Pero con el contacto con la gente y a fuerza de trabajo logré aprender el idioma español”, rememora sobre aquella época. Y es precisamente gracias al trabajo, al comercio, que pudo conocer distintos puntos del país. “Partía desde Asunción, pasando por Villarrica, Juan E. O’leary, Juan Leon Mallorquín hasta llegar en la ciudad en aquel entonces conocida como Puerto Presidente Stroessner.” La actividad económica era distinta. Si bien por estos lares se vendía más, antes todos los comercios se abastecían de la capital.
Por esos trayectos fue en donde conoció otros panoramas, hizo grupos de amistades que a la fecha perduran, y que considera como uno los mejores tesoros que cualquier hombre puede poseer. “No importa la cantidad, sino la calidad de las amistades”, afirma con razón.
Es por este camino en donde conoce a la mujer de su vida, con quien se casaría hace ya casi cuatro décadas, y como apuesta a futuro decide mudarse al Este del país. Eran los años 80, y es aquí en donde considera que hubo un punto de inflexión en lo que respecta al desarrollo económico de la ciudad. La apertura del comercio, que de forma competente fue destacando en la región, hasta llegar a lo que es hoy en día: la ciudad que reúne el 8% del Producto Interno Bruto paraguayo, es decir, unos 3.500 millones de dólares.
Tocando el punto de la migración, Meskin cuenta que a pesar de las dificultades que le tocó vivir a su generación migrante, fue la primera que llegó en las primeras décadas del 1900, la que se encontró con los desafíos más complicados de sobrellevar. Abandonar la tierra madre por los conflictos bélicos de envergadura mundial, con la única esperanza de sobrevivir fuera de terrenos hostiles es una vivencia dura de pensar, más aún dura de vivir.
Relata lo siguiente: “Cuando llegué al país, venían ancianos de mi comunidad con la esperanza de encontrar buenas nuevas sobre la familia dejada atrás. Era tarea difícil encontrar a alguien que supiera escribir para mandar cartas a sus seres queridos. Hoy en día y por suerte con el avance de la tecnología esas problemáticas disminuyeron.”.
La clave para una mejor convivencia, resuelve el empresario, fue integrarse bien con la cultura y con la sociedad local. Es generar amistades, abrazar costumbres. Si ese no es el caso, es mejor no venir. Como dato no menor, cita que desde la lejana Siria desconocía totalmente al tereré, y que hoy no hay día en que no se prepare el suyo con los remedios yuyos de su patio.
En Agosto de 1991 es nombrado Cónsul Honorífico de Siria en Ciudad del Este, cargo que para él conlleva un valor único. Significa el orgullo de servir a su patria y a su gente, como por ejemplo ayudando a conseguir la documentación necesaria. Fue elegido a pedido de la comunidad local, lo que eleva aún más esta responsabilidad.
Ante la consulta sobre los aspectos que más disfruta de la ciudad, el diplomático no duda en responder que es el hecho de compartir con su familia y sus amigos una vida entera en un territorio único. Poder ver crecer a su gran familia aquí, quienes llevan ese sentimiento de pertenencia al país allá por donde fuesen, junto al ser testigo en primera persona del progreso de la sociedad en la que habita.
Si hubiera algo que cambiar o mejorar, considera que hizo y hace falta un buen plan de urbanización ante el imparable crecimiento de la ciudad. Impulsar a Ciudad del Este como ciudad turística. Mejorar aspectos claves como la seguridad, más la mano de obra en el área. Destacar aún más el sector gastronómico y la cultura naciente en la región.
¿Un hecho que le genera orgullo? El disfrutar de la vida, entendiéndose como la familia bien cuidada con amor, con las amistades bien forjadas. El ver como llegó al inicio de todo, y saber que el futuro de sus nietos se ubica en el marco del progreso de la ciudad.
Ante el fin de la nota y por la consulta de algún mensaje, algún consejo para la comunidad migrante, respondió sosegadamente que hay que obrar siempre con amor a la tierra que da el espacio para crecer. Compartir lo mejor del país unos con otros. Ahí radica la esperanza de una mejor ciudad para todos.