En la introducción del libro “10 años con Mafalda”, el poeta y periodista Rodolfo Braceli dice de él: “En 1967 lo entrevisté en Mendoza. Antes de eso y después hice centenares de entrevistas. Ni antes ni después encontré a nadie más tímido. Aquella primera conversación fue un renovado caer en pozos de aire, en pausas abismales. Menos mal que compartiendo la mesa estaba Alicia, su mujer, quién una y otra vez nos arrojaba la cuerda para salir de esos pozos. Para conseguir una respuesta de Quino tenía que herniarme. Con un mudo hubiera sido más fácil. Por eso, en algún momento, viendo que mi pregunta no tenía contestación con sonidos de palabras, le propuse al sufriente Quino que me dibujara la respuesta. La pregunta fue: ¿Qué le espera a la humanidad? ¿Dónde va a parar el mundo de los hombres? Con su dibujo, Quino sí respondió instantáneamente. Dibujó un hombrecito, ciudadano de lentes, que pateaba un balón. Visto en detalle, el balón de fútbol era un globo. Terráqueo. Nada menos”.
Probablemente no sea coincidencia, entonces, que una de las primeras frases de Quino rescatadas por él mismo en la sección de entrevistas de su sitio oficial sea: “Mi ideal hubiera sido hacer humor mudo, pero cuando entré a trabajar a Rico Tipo, Guillermo Divito, a quien yo respetaba mucho, me dijo que la gente que pagaba por la revista quería que se le diera material para leer. Yo lo quería y lo admiraba tanto, que le hice caso”. Cualquiera que haya examinado con un poco más de profundidad sus trazos en las tiras de Mafalda o en sus libros de humor gráfico como “Yo no fui” (1994) sabrá comprender perfectamente lo que quiso decir el dibujante.
El poder de expresión de Quino a través de los gestos, caras, bocas, y ojos de sus personajes, no tiene comparación: el gesto de rechazo de Mafalda frente al plato de sopa, o sus ojos entornados y la postura de la cabeza ante los dudosos comentarios sociales de Susanita. O ¿quién más ha notado que, en Mundo Quino por ejemplo, cuanto más nefasta o egoísta es la actitud de un personaje, sus ojos se ven o bien “borrados” por la silueta de un par de gafas, o achicados al punto de casi anular su expresión? ¿Estarían cerrando las “ventanas de sus almas”?.
Quino afirmaba que quiso ser dibujante desde siempre, “a los 3 años ya quería ser dibujante”, sin embargo, su carrera empezó de manera oficial, por así decirlo, a los 17 años, tras abandonar la escuela de Bellas Artes con la intención de convertirse en autor de tiras cómicas. A los 22 años (año 1954), se estableció en Buenos Aires. Desde ese año empezó a publicar en Rico Tipo (semanario de humor) y otras publicaciones, hasta que en 1963 le encargaron una campaña de publicidad encubierta para electrodomésticos Mansfeld, trabajo del cual surgió el personaje de Mafalda.
La timidez que describe el poeta Braceli es natural, pero también acentuada por el momento duro que vivía Quino: en 1967 la popularidad de Mafalda estaba cercana a su pico: “fueron 10 años extenuantes, de alguna manera opresivos”, recordaría el ilustrador tiempo después. La fama, la presión de hacer una tira por día e incluso sus propias dificultades con el dibujo hicieron mucha mella en él: “Yo siempre tuve dificultades con el dibujo, y la tira las agravó (..) La permanencia en la historieta me endureció la línea muchísimo. Años después, todavía estoy sufriendo las consecuencias”.
Tras dar por cerrado el ciclo de Mafalda en 1973, según él mismo por agotársele las ideas, Quino siguió dibujando incansablemente: cuenta con más de 20 libros de humor gráfico, cuya principal característica siguió siendo la crítica social ácida y mordaz. Es que Mafalda, además de ser uno de los personajes de historietas más populares de habla hispana, también es el más político entre todos ellos: hasta su disgusto por la sopa era, según el propio Quino, una metáfora sobre el militarismo y la imposición política.
En 1987, le preguntaron si era cierto lo que había afirmado, de que “no extrañaba” a Mafalda. “Seguro que no”, contestó. “Si Mafalda quiere vivir, allá ella. Yo también quiero vivir.. y en eso estoy”. Pues bien, se ve que tanto Mafalda como Quino cumplieron con su propósito, y, a pesar de la desaparición física de este último, lo seguirán haciendo por mucho tiempo más.