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El boom de las fruterías informales

A lo largo y ancho de la ciudad, equipados con cajas de madera, lonas y tablas, los fruteros despliegan su colorida mercancía en las veredas y paseos centrales de las principales avenidas. Algunos de ellos ya estaban allí desde mucho antes, como Nathalia Riquelme, quien tiene un puesto al costado de la Ruta 2, a unos 2,5 km del microcentro. Nathalia exhibe orgullosa el permiso obtenido en la Municipalidad de Ciudad del Este. “Me instalé en esta zona hace unos tres meses. Anteriormente ya trabajaba como frutera más cerca del centro, pero como la actividad ahí bajó, esta es una mejor ubicación”, explica. En el periodo en que ella llegó allí, eran solamente uno o dos los puestos que compartían las mismas condiciones que el de joven. “Los demás llegaron hace unos tres meses, por la crisis”, cuenta.

Aunque Nathalia dispone del permiso, no es el caso de todas las fruterías, ubicadas a lo largo de tres kilómetros de la ruta. “Es difícil conseguir el permiso: hay que pagar, formar fila, y mientras tanto, ¿quién trabaja por mí?”, reflexiona otro vendedor de la misma zona, que prefiere mantener el anonimato. “Tengo derecho a trabajar, igual que cualquier otro, porque nadie me va a ayudar, nadie me va a dar la comida, lo que necesito. Yo no estoy robando; estoy trabajando, me estoy esforzando”, expone.

Ciudad del Este experimentó un “boom” de fruterías de calle.

Sin embargo, todos están de acuerdo en que las ventas cayeron en picado luego de la apertura del puente, el pasado 15 de octubre. “Antes se vendía bien, muy bien”, recuerda Nathalia, sobre sus ganancias mientras duraron las restricciones en el puente. “Con la reapertura, la gente se concentró más en lo que es el centro solamente y dejaron de quedarse por acá. No vendemos como antes, pero algo sale”, revela.

Pero, aunque los una la necesidad, los sentimientos de desplazamiento a veces surgen. Así lo relata Daniel Azcona, quien antes de la cuarentena se desempeñaba como “pasero”, pero que tras el cierre de fronteras se vio obligado a encontrar otra ocupación. “Hay algunos fruteros de esta zona que sugirieron que saboteáramos los locales de otros, ubicados más adelante, porque las ventas a nosotros ya no nos estaban saliendo bien. Yo sí creo que tenemos que unirnos, pero no para perjudicar a otros trabajadores que, como nosotros, solamente están buscando subsistir”.

“Un día llegué acá y alguien había tirado todas mis cajas”, narra Nathalia, señalando el mostrador de madera en el que expone sus productos. “No todos quieren que los otros progresen y es difícil así”, complementa Daniel.

La apertura del Puente de la Amistad dio un respiro al microcentro de la ciudad, que comenzó a ver llegar a turistas tras siete meses de paro. Sin embargo, para asistir a los esteños en sus necesidades y devolverle vida a la ciudad, hacen falta políticas más amplias, que tengan en cuenta a toda la población. Con la nueva administración comunal, los esteños vuelven a sentir esperanza, pero los testimonios demuestran que todavía hay mucho camino que recorrer. Solo el tiempo dirá si por fin estamos en el rumbo que antes nos habían negado.

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