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Conciertos post covid: ¿hay futuro?

Columna de opinión: por Alfredo Duarte

La mayoría de los grandes festivales de música de Norteamérica y Europa ya se postergaron para la fecha más cercana en que la industria ve un posible regreso a la normalidad: verano del 2021 (Junio, Julio y Agosto en el hemisferio norte). En Latinoamérica, como optimistas que somos, se han empezado a remarcar los conciertos internacionales un poco antes, para nuestro otoño; obedeciendo esto seguramente también a que invierno suele ser temporada baja para los eventos.

Sin embargo, hasta ahora todos los pronósticos sobre un “regreso a la normalidad” han demostrado ser ridículamente optimistas. Que nos lo digan a nosotros los paraguayos (y en especial a los del este), que fuimos de los primeros en la región en decretar cuarentena estricta.  E incluso cuando se fueron levantando de a poco las medidas, medios internacionales todavía anunciaban pomposamente lo bien que habíamos sobrellevado la pandemia y que gracias a ello ya estábamos en proceso de “reapertura del país”.. todo para luego darnos cuenta de que recién era el comienzo. Y henos aquí llegando al séptimo mes de cuarentena, dudo mucho que alguno de nosotros no se sienta un poco estúpido al respecto.

Conciertos “modo covid”

Pero, ¿cuál es el futuro de una de las actividades más fuertemente afectadas por la pandemia? En un mundo tan cambiante, en donde todos quieren ser quien descubra la rueda, el nuevo método, la nueva tecnología, teorías sobran e intentos de implementarlas también. The Libertines, entre muchas otras bandas, han tocado en Agosto pasado en la Virgin Money Unity Arena, situada en Newcastle; el primer local en el Reino Unido diseñado para conciertos con distanciamiento social.

¿Cómo funcionó? Con plataformas de distanciamiento conteniendo hasta 4 personas del mismo círculo (vaya uno a saber…). “Cantar está permitido” dicen. La pregunta es, ¿es este el futuro de los conciertos, o al menos, una buena solución temporal que permita a la industria al menos mantenerse operativa? La respuesta es un no rotundo, a menos que el futuro en el que pienses sea un futuro distópico donde los únicos que puedan organizar un show sean empresarios con suficiente capacidad económica para alquilar un espacio equivalente al Jockey Club de Asunción.

Conciertos modo “me importa una mierda”

Eh, pero no todo es tan uniforme en este golpeado planeta nuestro. Si uno busca con cuidado se enterará de que por ejemplo, en Estados Unidos (por las características mismas del país) en algunos estados hubo y siguen habiendo conciertos al aire libre en medio de la pandemia, incluso con miles de personas y con poco distanciamiento social. Los Beach Boys, cuyo vocalista Mike Love es un conocido workaholic que en 60 años de carrera casi nunca paró de hacer giras, habían hecho una pausa inédita en su historia, de 4 meses. Sin embargo, ya han reiniciado sus conciertos en vivo en USA desde el mes de Julio. Dato no menor: el vocalista tiene 79 años y el promedio de edad de la banda de apoyo no está muy por debajo de eso. Cabe al lector determinar si literalmente morir sobre el escenario es un destino terrible o hermoso.

“Pero claro que le va a importar un pito a ese, si es fanático de Trump”, me decía un amigo fan de la banda en una conversación al respecto. Ok, la opinión tiene su razón de ser y su lugar en estos tiempos de polarización política (tan intensa que ya sabe a un retroceso a la guerra fría), pero en general reducir un asunto tan complejo como la pandemia a una cuestión izquierda vs. derecha es simplista como mínimo.

Al contrario, el activismo anti confinamiento ha logrado lo que parecía imposible: unir a la extrema derecha y a la extrema izquierda bajo una misma consigna, como sucedió insólitamente en Argentina en la última marcha contra lo que llaman “dictadura sanitaria” de Alberto Fernández. Allí estaban, empresarios y representantes de la burguesía porteña al lado de sus archienemigos, los hippies. “Los masones en bicicleta/Y los radicales a pie”, como decía una canción surrealista del grupo argentino Los Twist. Este ‘cierre de la brecha’ es notable también en Europa, por ejemplo, en los militantes antimascarilla en Madrid.

Alternativas sostenibles, no temporales

Volviendo los conciertos en sí, todas las soluciones planteadas y actividades realizadas hasta ahora apuntaron más que nada a aliviar de alguna forma la sed de música en vivo del público y, muy temporalmente, las necesidades de los profesionales del área, pero no van más allá de eso. Los conciertos deben ser rentables y tiene que haber frecuencia suficiente para sostener a la gente del ramo: si solo se permite el 25% de lo que era el público promedio pre-pandemia necesario para cubrir gastos y ganar algo, estamos en un bote agujereado en el mar donde no alcanzamos a ver la costa, tirando afuera el agua lo más que podemos pero sin poder tapar el agujero.

Soluciones menos temporales: ¿qué tal la tan anhelada y postergada renegociación de los artistas con las plataformas de streaming, en especial Spotify? Si los músicos podían en el pasado vivir de las ventas de sus discos sin depender demasiado de los conciertos en vivo (de no haber sido así, no tendríamos el Sgt. Pepper de los Beatles, por ejemplo), ¿por qué hoy no pueden tener al menos una buena base con el streaming, que es su equivalente moderno? Si hay un momento para hacerlo, es ahora: Spotify no ha perdido un centavo, al contrario, incrementó sus ganancias en la pandemia, mientras los artistas que nutren a la plataforma se han empobrecido. Algo similar puede plantearse con las transmisiones en vivo, que son la única manera de llegar a un público similar o incluso mayor al pre-pandemia.

En cuanto al público, queda apoyar a los artistas en los medios posibles, y ojo que este apoyo no es caridad ni mucho menos. ¿Cómo les quedó el ojo a los que se burlaban aduciendo lo inútil que sería un artista en un escenario apocalíptico? Ahora resulta que la música, el cine y las expresiones artísticas son para la abrumadora mayoría lo único que les ayuda a sobrellevar tal escenario. No es una cuestión de solidaridad, es cargarse de conciencia y devolver algo de lo mucho que hemos recibido.

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