Va nuestro recuerdo y homenaje a quién fuera una figura muy destacada de la escena esteña y también uno de los mayores nombres del blues nacional.
Por Alfredo Duarte
Hasta hoy en día no se sabe a ciencia cierta dónde fue enterrado Robert Johnson, probablemente el mayor bluesman americano. Hay al menos 2 lugares distintos que guardan lápidas con inscripciones en su homenaje: tal vez la más célebre sea la colocada cerca de Quito, Mississipi, con la inscripción “Resting in the blues”. Johnson tenía solo 27 años al momento de su trágica muerte. Salvando las distancias, nosotros dentro de nuestro pequeño círculo mediterráneo tuvimos la suerte de disfrutar de la voz y el saxo tenor de Carlos Miguel Jimenez por un poco más de tiempo; sin embargo, la sensación que queda es la misma: de que apenas estaba empezando.
Otro paralelismo con el rey del blues rural es que Johnson quedó inmortalizado casi exclusivamente por sus interpretaciones de blues de 12 compases, sin embargo, abundan los testimonios de gente que lo conoció en persona, que Robert era capaz de tocar y componer en diversos estilos musicales. Lo mismo pasa con “Big Charlie”: siempre será recordado con su potente voz ronca, sombrero y ropa elegante interpretando “Sunshine of your Love” o algún clásico del blues o blues-rock. Sin embargo, si uno se anima a escarbar un poquito más en su historia, encontrará que Carlitos era también un compositor y arreglador extraordinario, capaz de moverse entre los más variados estilos, incluso aquellos que parecieran antagónicos entre sí.
Del Blues al Punk y al Folklore
Una buena muestra de ello es, por ejemplo, el disco “Mba’eve” de la banda esteña de punk, Vecindad Autopsia, lanzado en el 2008. Allí se lo escucha a Carlos tocando funk (“Mbaraká Satánico”), reggae (“Abigail”) o interpretando estándares de polka paraguaya (“Paraguarí”), todo perfectamente insertado dentro del estilo punk/hardcore de la banda, y todos arreglos propios, compuestos por él.Y es que, si te pones a pensar, qué tan distintos son el blues y el punk? Ambos están basados en tres acordes, y en ambos la diferencia la hace la interpretación del cantante, el timbre de voz, la letra y la creatividad para los arreglos. Y dotes interpretativos y sentimiento para plasmarlos, “Big Charlie” tenía de sobra.
Del blues con 061 Blues, luego Dirty Blues, luego simplemente Big Charlie, al punk, al rock psicodélico con Still Floyd (única banda paraguaya autorizada como cover oficial de Pink Floyd). Aquí hago una pausa de nuevo, para remarcar algo: las bandas de rock de Ciudad del Este casi siempre están marcadas por una dicotomía muy difícil de superar: la de lanzarse a tocar temas propios (a sabiendas de que las posibilidades de beneficio económico son casi utópicas) o resignarse a tocar covers y a matar su creatividad y pasión en nombre de lo que los dueños de los bares dicten como digerible para su clientela. Carlos, inteligente como era, encontró la solución y el equilibrio casi perfecto: una banda mayormente de estándares, pero de estándares hechos con una personalidad casi imposible de ignorar y repertorio muy cuidado. Esa era la clave y la magia de Big Charlie, la banda.
Lo comercial vs la sustancia
En varios de los viajes y conciertos que compartimos, Carlitos solía referirse siempre al citado dilema entre lo comercial y la sustancia:
Nos dejó a los 40 años, aunque dio la impresión de vivir el doble en ese tiempo. Quien lo haya visto, concordará conmigo: siempre ocupado, a veces con ojeras, siempre trabajando, pensando nuevas ideas y proyectos. Y al mismo tiempo, siempre alegre, tirando chistes o comentarios positivos. El descanso o la tranquilidad parecía que no eran mucho lo suyo, y aún después de irse físicamente, seguirá activando: sonando con su saxo, con su potente voz y el recuerdo de su intensa y al mismo tiempo afable personalidad.
Descansa en el blues, Charlie.