La fecha era como la de hoy, pero hace veinticuatro años atrás. El lugar de la cita era el estadio Monumental de River Plate, en donde hacía más de una década y media atrás se conocían Charly Alberti (baterista del grupo) con la hermana de Gustavo Cerati (voz y guitarra), quien le dijo que justamente su hermano andaba buscando un baterista que “pegue con la onda The Police” que buscaba para su proyecto musical, en el que también lo acompañaba su compañero de la universidad Héctor “Zeta” Bosio (bajo).
Semanas atrás iniciaba la gira con el nombre de “El Último Concierto”, en donde el grupo realizó una pequeña gira de despedida en algunos países del continente, a modo de agradecimiento a los fans por tantos años de cariño y apoyo como también para lograr cumplir económicamente con todo el staff de trabajo que se había formado alrededor de la banda.
Tocaron en México, Venezuela, Chile, y la historia tendría su punto final en un único concierto en la ciudad de la furia, pedido explícito de Gustavo. “Con este concierto nosotros estamos celebrando un pasado y un presente hasta ese momento, pero estamos abrazando una idea de futuro también. Yo creo que el domingo, además de plenos, nos vamos a sentir también aliviados de haber hecho las cosas bien todo este tiempo y haberlo cerrado”, expresó el líder del grupo el día anterior al show.
El libro “Cerati: La Biografía” escrito por Juan Morris destaca como empezó aquella jornada:
“La mañana del último show, Gustavo se despertó temprano y desde la ventana del living espió a la gente que ya desde el mediodía hacía la cola para el show. Mirando a través de la persiana, se divertía pensando que nadie ahí abajo se imaginaba que mientras ellos esperaban para verlo convertido casi en un dios arriba del escenario esa misma noche, él estaba ahí enfrente encargándose de las tareas domésticas de su casa.
Vivía exactamente a cuatro cuadras del estadio y había pensado en disfrazarse y cruzar caminando, pero la afluencia de público era tan grande que el plan era imposible. A la noche, más de 50 mil personas llenaron el estadio para el debut y la despedida de Soda Stereo en River”.
Aquella noche empezó con un audiovisual que planteaba el recorrido del grupo desde sus inicios hasta aquel momento cumbre, a modo de previa para lo que se venía: el adiós al grupo de rock (quizás) más grande que había nacido en el continente. Los Soda salieron al escenario saludando al público y se pusieron en posición para empezar aquella velada. “Hola… Llegó la hora, el minuto, segundo, instante. Supongo que tienen sed. Soda Stereo, Buenos Aires, Argentina”, anunció Cerati para dar inicio al último show (hasta ese punto).
Un total de 27 canciones sonaron aquella noche, en un repaso por toda su amplia discografía que duró un poco más de dos horas.
En un ambiente de nostalgia y tristeza por lo que simbolizaba la despedida, hubo momentos icónicos como cuando Gustavo cantó solitariamente con su guitarra acústica “Té para tres”, y el estadio entero presentó un hermoso plano con los mecheros prendidos en señal de respeto.
Pero si vamos al momento cumbre de esa noche, es sin dudas la última canción. Tras recorrer todo el continente y adentrarse en las páginas de la historia de la música con toda la obra lograda, tras haber marcado un hito con la Sodamanía en Chile en aquel recordado Festival de Viña del Mar, o por ejemplo haber sido el punto máximo del Rock Sanber en nuestro país, Paraguay, como lo había catalogado Mario Ferreiro presentando al grupo: “Con estos somos cada vez mejores, cada vez más libres…”, con tantas anécdotas y vivencias por detrás, Soda Stereo finalmente decía adiós con su hit supremo.
“Tengo una buena canción para cantar, a ver…”
Retomando el material anteriormente citado, en este momento cumbre de la historia del rock Cerati se despedía de la siguiente manera:
“No solo no hubiéramos sido nada sin ustedes, sino con toda la gente que estuvo a nuestro alrededor desde el comienzo. Algunos siguen hasta hoy. ¡Gracias... —dijo Gustavo al micrófono y se quedó una milésima de segundo tratando de completar esa frase, mientras el aire todavía vibraba con los últimos acordes de la canción y 60 mil personas ahí abajo absorbían esos miles de voltios de energía convertida en rock de estadios; fue una milésima de segundo que se tragó los quince años de historia del grupo y en su cabeza de pronto vio todo como el final de una gran película en el que empezaban a caer los subtítulos frente a toda la gente y entonces quedó liberado de nombrar a nadie antes del estallido final del tema, sólo agregó—: … totales!”
Para terminar esta nota, dejamos el material remasterizado de este histórico concierto para el deguste de los fanáticos: