Un análisis de la elección extraordinaria en Ciudad del Este, donde la estructura colorada con Roberto González Vaesken a la cabeza enfrenta a la oposición liderada por Miguel Prieto y representada por Daniel Mujica. Entre acusaciones cruzadas y el peligro de la apatía ciudadana, la democracia esteña busca reencontrar su voz.
Las elecciones municipales convocadas para este 9 de noviembre de 2025 en Ciudad del Este no son comicios ordinarios. Se trata de una elección atípica, que nace de un trauma político: la destitución del intendente Miguel Prieto Vallejos el 19 de agosto de 2025, tras una intervención municipal que alegó graves anomalías administrativas.
Este evento, entre otras consecuencias, reconfiguró el tablero político, convirtiendo a esta elección complementaria—destinada únicamente a completar el periodo 2021-2026 — en un referéndum de facto sobre la legitimidad de esa destitución.
La disputa enfrenta a dos polos claramente definidos: por un lado, la Asociación Nacional Republicana (ANR), que apuesta a recuperar el control del segundo municipio más importante del país; y por el otro, el movimiento independiente Yo Creo, bastión político de Miguel Prieto, que presenta como candidato a Daniel Mujica, figura emergente dentro del espacio.
A su alrededor, una porción significativa de la oposición local —incluyendo sectores liberales y progresistas— se articula en apoyo a Yo Creo, conformando un frente que busca resistir el avance colorado en el Este.
No obstante, y a diferencia de otras campañas, las calles lucen apagadas: predomina una guerra silenciosa en redes sociales, marcada por ataques cruzados. La apatía ciudadana, en este contexto, puede ser tan decisiva como el voto organizado.
El Desafío del Oficialismo: Una maquinaria unida pero visiblemente erosionada

La ANR ha desplegado todo su aparato para esta contienda, consciente de que una derrota en CDE sería un golpe directo a la consolidación de su poder nacional.
El Partido Colorado le tiene hambre a la Municipalidad desde 2019, cuando sufrió una de sus peores derrotas históricas: más de 80.000 votos fueron para Yo Creo, frente a los poco más de 30.000 obtenidos por el entonces candidato colorado Ulises Quintana, un diputado marcado por escándalos de corrupción y vínculos con el caso de Cucho Cabaña.
Aquella caída arrastró también al partido dentro de la Junta Municipal, donde perdió la mayoría que había mantenido durante años.
Pasó el tiempo, y con la destitución de Miguel Prieto en agosto de 2025, el coloradismo vio finalmente abierta la puerta para recuperar el control del municipio más estratégico del Este. La cúpula partidaria apostó por Roberto González Vaesken, exgobernador de Alto Paraná (2018–2023) y empresario del sector educativo.

Foto: Roberto González Vaesken.
Tras haberse retirado de la política activa para dedicarse a su universidad privada —beneficiada por el auge de estudiantes brasileños que llegan al país a estudiar medicina—, González Vaesken reaparece como el “candidato de consenso” entre cartistas y oficialistas del movimiento Añetete.
La elección de su figura no es casual: combina experiencia administrativa, vínculos con el poder económico local y una imagen pública moderada. En campaña, ha centrado su discurso en “ordenar la ciudad y devolverle dignidad a los ciudadanos”, con ejes en la gestión eficiente y el desarrollo urbano sostenible.
Sin embargo, la maquinaria colorada que lo respalda también arrastra su desgaste. A pesar de haber logrado la unidad entre cartistas y oficialistas, las viejas prácticas clientelares y el fantasma de la corrupción siguen pesando sobre el partido. En una ciudad que apostó por un liderazgo independiente en 2019, llevar la bandera de la ANR implica cargar con un estigma difícil de revertir.
El despliegue digital de González Vaesken revela grietas difíciles de disimular. En redes sociales, especialmente en Instagram, su campaña muestra un patrón repetido: perfiles con una media de apenas 70 seguidores y seguidos, todos compartiendo los mismos videos de baja calidad que atacan al candidato rival. Comentarios idénticos, emojis en serie y cuentas sin actividad real alimentan la sensación de un apoyo inflado artificialmente.

(Imagen: publicación oficial de la campaña de Roberto González Vaesken en Instagram, acompañada por la interacción de perfiles sospechosamente similares.)
La escena es tan evidente que basta recorrer su lista de interacciones para notar la homogeneidad: usuarios recién creados, sin publicaciones relevantes y con un único propósito aparente —engrosar la visibilidad del candidato. En términos políticos, esta estrategia busca maquillar una posible ausencia de respaldo ciudadano genuino detrás de los números. Lo que debería proyectar fuerza termina, en cambio, exponiendo la fragilidad digital del oficialismo.
Así, la apuesta por el marketing digital a billete limpio parece haber reemplazado a los tradicionales murales colorados en toda la ciudad, pero sin lograr la conexión emocional que define una verdadera campaña de base.
El propio Vaesken parece consciente de esa apatía. A diferencia de campañas anteriores, la ANR no realizó un cierre de campaña masivo, un hecho inédito en la historia reciente del partido.
Según declaró el candidato a medios nacionales, esa decisión respondió a una “estrategia económica”: destinar los recursos del evento al transporte, refrigerio y movilización de votantes para el “día D”. En la práctica, esto equivale a reconocer que el poder de convocatoria espontánea es limitado y que el oficialismo apostará al voto controlado, movilizado mediante logística y recursos.
El problema interno de la ANR se hace evidente: su fortaleza ya no reside en la persuasión ideológica ni en el entusiasmo popular, sino en la capacidad de mover gente, de ejercer presión simbólica y material sobre su electorado.
Esa estrategia, aunque efectiva, tiene un costo: profundiza el divorcio entre la estructura partidaria y una ciudadanía que, cansada del clientelismo, busca opciones fuera del sistema. Justamente ese malestar fue el que Miguel Prieto supo capitalizar en 2019, y del que Yo Creo intenta nutrirse nuevamente.
Daniel Mujica y el peso de ser un candidato sombra

Del lado opositor, Daniel Mujica (Lista 123 – Yo Creo) se presenta abiertamente como heredero político de Miguel Prieto Vallejos. Fue jefe de gabinete y hombre de confianza de Prieto durante la administración municipal independiente iniciada en 2019. Su oferta electoral se basa en reivindicar esa gestión y continuar el proyecto truncado por su destitución.
Él mismo ha calificado esta elección como una “batalla decisiva” para “defender la autonomía de Ciudad del Este frente a las intromisiones de Asunción”. Promete “continuar la obra iniciada por Prieto” y “devolver la tranquilidad a la ciudad”, manteniendo políticas de transparencia y participación ciudadana.
La fortaleza de Mujica está estrechamente ligada a la de Prieto: al ser su mano derecha, busca capitalizar la popularidad del ex intendente —muy querido por amplios sectores tras haber sido el ícono de la victoria contra el histórico clan Zacarías en 2019—.
Además, logró algo inédito: unir a casi toda la oposición en torno a su candidatura. Cuenta con el apoyo expreso de partidos de diversas ideologías (PLRA, Cruzada Nacional, Encuentro Nacional, Frente Guasú, Patria Querida, entre otros) que dejaron de lado diferencias para formar un frente anti-cartista en Ciudad del Este. Esta alianza opositora le provee una red y estructura partidaria múltiple que cuidarán sus votos el día D.

Sin embargo, junto a estas fortalezas aparecen debilidades que rondan el centro de su perfil político. Sus críticos señalan su falta de trayectoria propia –nunca ha ocupado un cargo electivo ni ha tenido oportunidad de demostrar gestión autónoma– y advierten que su figura está “100 % ligada a Prieto, para bien y para mal”.
Sectores críticos señalan que su figura todavía no trasciende por mérito propio, bajo el argumento de que sus apariciones públicas suelen ir acompañadas de Prieto, reforzando la percepción de que no despega solo.
A esto se suma que: organizaciones de la sociedad civil, como Contraloría Ciudadana, han documentado a lo largo del tiempo que, durante la gestión prietista, se registraron irregularidades —por ejemplo, crecimiento de deuda municipal sin respaldo, uso indebido de combustible y otros indicios de malversación —.
Aunque el ex intendente niega haber incurrido en corrupción y atribuye tales acusaciones a una persecución política, la campaña ANR machaca con estos datos a Mujica para minar la bandera de honestidad de su partido.
Desencanto electoral y el juego del abstencionismo

Pese a la dureza retórica entre campañas, en las calles de Ciudad del Este el ambiente dista de una contienda apasionada. Lo que predomina es la apatía, acaso porque esta elección llegó de improviso, marcada por el desgaste político y la sensación de desconfianza general.
Incluso dentro de las filas coloradas —tradicionalmente las más entusiastas en la “operativa” electoral— se reconoce el enfriamiento del ánimo. “La verdad, ninguno de los dos candidatos entusiasma mucho. Vaesken es más de lo mismo, pero Mujica sin Prieto no es nadie. Entre nosotros, los colorados, hay mucha apatía; no se siente ese fervor de otras veces”, confiesa a El Urbano un dirigente de base.
Los números avalan esa percepción. Ciudad del Este ha tenido vaivenes marcados en su participación: en 2019 votó apenas el 40 % del electorado habilitado; en 2021, el porcentaje subió a 59 % y Prieto fue reelecto con una ventaja abrumadora.
Pero las internas de 2025 encendieron las alarmas: solo votó el 14,3 % de los afiliados colorados y poco más del 13 % de los simpatizantes de Yo Creo. Todo apunta a que la participación volverá a caer, y con 237.000 electores habilitados, cada punto de abstención puede ser determinante.
Lea más: Guía del votante: claves de las elecciones municipales 2025 en Ciudad del Este
Los analistas coinciden en que una baja participación beneficia al Partido Colorado, cuyo voto duro es más disciplinado y menos dependiente del entusiasmo. En contrapartida, la estrategia de Yo Creo se juega al todo o nada: convocar a la ciudadanía indignada, transformar el enojo en voto y repetir la hazaña de 2019, cuando Miguel Prieto ganó por apenas 4.399 votos gracias a movilizar a los apáticos de siempre.
Proyección nacional: una elección espejo del país

A nivel nacional, lo que ocurra en Ciudad del Este será leído como un termómetro político.
El Gobierno de Santiago Peña (ANR) apuesta a que un triunfo colorado en el Este ratifique su capacidad de recuperar bastiones perdidos y unifique al partido rumbo a futuras contiendas.
No es un municipio cualquiera: Ciudad del Este fue gobernada durante décadas por el coloradismo hasta la irrupción de Miguel Prieto, cuya victoria en 2019 rompió el monopolio histórico del bipartidismo.
Recuperar la comuna, aunque sea por un año, tendría un enorme valor simbólico para la ANR: representaría derrotar al experimento independiente y enviar el mensaje de que ningún bastión opositor es inexpugnable.
Además, devolvería a la estructura colorada el control de un gobierno local estratégico en un año previo a las municipales regulares de 2026, alineado con la administración central para mostrar “obras y resultados” que consoliden su dominio político.
Para la oposición, en cambio, esta elección es una prueba de supervivencia y una vitrina. Si Yo Creo logra retener la intendencia pese a la maquinaria colorada, el golpe simbólico sería contundente.
Miguel Prieto vería validada su narrativa de víctima del sistema y recuperaría oxígeno político para proyectarse más allá del municipio. No son pocos los sectores que ya lo mencionan como posible figura presidencial en el mediano plazo.
Una victoria naranja el domingo significaría demostrar que se puede vencer al oficialismo en su propio terreno y sostener un modelo municipal independiente, algo que la oposición nacional anhela repetir tras su derrota en 2023.
Si, en cambio, Mujica y Prieto pierden Ciudad del Este, el golpe será profundo. El coloradismo lo leerá como la confirmación de que los experimentos por fuera del bipartidismo son fugaces.
En ese sentido, el resultado trasciende ampliamente los pocos meses de mandato que tendrá el nuevo intendente: se juega el relato, la moral y la narrativa de ambos bandos frente al próximo ciclo electoral.
“La madre de todas las batallas” en Ciudad del Este podría terminar decidiéndose, paradójicamente, por pocos votantes en las urnas. Una elección donde el vencedor gobernará apenas unos meses, pero cargará con el peso simbólico de su triunfo durante años.
Entre el desencanto y una esperanza tenue, Ciudad del Este define a su próximo intendente, y el pulso emocional del Paraguay político actual. En esa definición, cada voto —o cada ausencia— contará. Y el país entero estará mirando.





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