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¿Zurdos empobrecedores?

Por Victor Ocampos.

Lejos de querer entrar en las infructíferas batallas ideológicas que abundan en las redes sociales, lo que pretendo en este artículo es criticar la retórica de los grupos políticos que se pasan acusando a “ideologías” de cualquier orientación como culpables de todo mal, cuando en realidad ningún político ni siquiera tiene definido la orientación que tiene. Para más detalles pueden leer los estatutos de los grandes partidos políticos nacionales, cuyos principios son unos y sus discursos son otros.

Seré breve, desde 1960, han pasado 60 años y por ello es bueno recordar cómo hemos evolucionado o involucionado económicamente. En todos estos años, la historia económica del Paraguay nos muestra que, en el contexto de la guerra fría, el gobierno de Stroessner recibió financiamiento internacional, se construye una institucionalidad autoritaria, pero se obtiene un crecimiento económico magro, esto va hasta 1972, a partir de 1973 empieza el “auge” económico, que dura mientras se construye Itaipú, para posteriormente caer nuevamente en el estancamiento hasta la caída del Dictador. Los 90s, fueron para el olvido con la apertura de la economía nacional a los mercados de manera precaria e incompleta, buscando favorecer a los mismos de siempre para obtener beneficios de tal apertura, vamos entrando al siglo XXI y seguimos siendo el país marginal de hace 60 años, sin que hayamos logrado ni institucionalidad, ni crecimiento económico (Masi & Borda, 2011).

Para respaldar lo mencionado más arriba, he utilizado los datos del Banco Mundial sobre PIB per cápita de Paraguay, es una magnitud macroeconómica que trata de medir el crecimiento económico del país dividiéndolo por la cantidad de su población, con el que obtenemos una idea del ingreso individual promedio anual (BM, 2021).

Gráfico 1 – elaboración propia en base a datos del Banco Mundial.

Pues como verán, la línea de tendencia nos muestra que en 1961 el PIB Real per cápita crecía a un ritmo de cerca del 4%, sin embargo, ahora ya entrados el siglo XXI, el crecimiento es inferior al 2%. Lo peor es que estamos hablando de un país subdesarrollado, que se supone debería beneficiarse del “Efecto Recuperación”, que se refiere a una propiedad de los países más pobres que tienen de crecer a un ritmo mucho más rápido que los países ricos (Mankiw, 1998).

El pensar a corto plazo es un dilema para el Paraguay. Desde el futbolista que, en lugar de aspirar a llegar a la Premier League, considera que ya ha sido exitoso al jugar en primera en Paraguay hasta en las esferas políticas se observa lo mismo. Llegar a tener una cuota de poder y a partir de ahí poder hacer negocios con el Estado pasa a ser sinónimo de éxito, mientras el efecto que se observa a nivel nacional es el seguir siendo un país de mendigos, sumidos en el subdesarrollo. Solo se les pide lo más básico y aun así no logran.

En el orden social actual, la jerarquía política es la encargada de suministrar un marco jurídico e institucional para el desarrollo de las actividades de los habitantes de un área geográfica, y creo que durante todas estas décadas ninguno de los líderes políticos ha sido capaz de ello. Creo que es momento de dejar los discursos improductivos de lado, asumir la responsabilidad y aceptar de que son incapaces de construir un marco institucional decente que permita a los habitantes del país prosperar, analizar quienes realmente son los empobrecedores y cómo logran eso en vez de estar gritando más fuerte acusándose los unos a los otros tirándose sillas y luego abrazándose brindando por un jugoso contrato estatal. En estos días todo eso queda más evidente y lo peor es que no existen muchas alternativas.

Me despido con un fuerte saludo a los políticos en nuestro dulce idioma guaraní:

“Ndapeikoi nipeteîva”, que quiere decir, “un fuerte abrazo”.

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