InicioRelatosSegunda batalla de Tuyutí: de las más grandes peleadas en suelo americano

Segunda batalla de Tuyutí: de las más grandes peleadas en suelo americano

El cerco de la Fortaleza de Humaitá parecía absolutamente inevitable, 20.000 paraguayos podían quedar completamente rodeados por el movimiento de flanqueo iniciado por el experimentado Marqués de Caxias, quien desde el primer instante demostró mayor liderazgo y determinación que el Gral. Bartolomé Mitre.

El Mariscal (y presidente del Paraguay) Francisco Solano López, comprendiendo la grave situación en la que se encontraban sus hombres, con escasas provisiones y al borde de un aparentemente cerco, con la flota aliada dominando las aguas y con la inmensa superioridad numérica y material del enemigo, sabía que la catástrofe era inminente.

60.000 aliados ya tenían a la legendaria “Sebastopol Americana” casi al asedio. Los brasileños ocuparon Tajy con seis mil hombres, emplazaron catorce cañones y extendieron cadenas a través del río para cerrar el paso a los buques de López que hacían la carrera entre Asunción y Humaitá. Con la toma de Tajy se completaba el sitio de por tierras de las posiciones paraguayas en el cuadrilátero, este movimiento fue base de sus futuras operaciones para resolver la caída de Humaitá y el comienzo del fin de esta campaña.

(Ilustración: Enzo Pertile)

“La ocupación de Tajy por los brasileños no sólo impedía la llegada de los buques de reabastecimiento sino que también la ocupación de los caminos del Potrero Ovella, cortaban la llegada de ganado, en consecuencia el reabastecimiento debía efectuarse por el largo camino de tierra del Chaco; inseguro, lento y precario”, relata Sánchez.

La reacción del Mcal. López a esta crítica situación fue dar orden al ingeniero Thompson para levantar un mapa de las fortificaciones de Tuyutí, que llevó a cabo valiéndose de las observaciones practicadas desde nuestros mangrullos y de los datos que le proporcionaban los pasados y prisioneros, así se fue gestando el propósito o la idea de atacar a Tuyutí.

El 2 de noviembre reunió a todos los jefes superiores que debían de encargarse de llevar la expedición y con vista del mapa de Thompson les dio las órdenes que debían ejecutar, las cuales consistían en que todos debían estar listos en la noche de ese día, y colocados los cuerpos de infantería y caballería tan próximos como fuese posible, de las líneas enemigas, de manera que al romper el día, se lanzasen los infantes sobre el campo argentino, la caballería sobre los reductos brasileros de la derecha, que llevarían todo por delante tomando el camino de Piris.

La expedición en proyecto no tenía por objeto quedar en posesión de Tuyutí, el Mariscal carecía de fuerza suficiente para guarnecerlo. Este solo se proponía arrebatar algunas cuantas piezas de artillería, sobre todo las de alcance que le hacían falta para hostilizar a la escuadra de madera y a las posiciones de Tuyucué y obligar a los aliados a concentrarse sobre aquel punto que era su base de operaciones.

(Ilustración: Enzo Pertile)

Con la caída de Tajy, a López ya no le quedaba para aprovisionarse más que la carretera del Chaco. Antes, y mientras los aliados avanzaban, había hecho evacuar todo el territorio en torno a Humaitá, obligando a sus pocos habitantes a establecerse más al Norte con sus bienes y sus ganados, después de haber destruido todo lo que dejaban. 

Ahora la región donde aún quedaban sus líneas fortificadas, Curupayty, Potrero Sauce, Humaitá y Laureles, era una tierra quemada, carente de recursos, los víveres le llegaban de lejos, de la zona del Tebicuary, al norte de la cual había sido trasladada la población y donde él pensaba organizar una nueva línea de resistencia cuando fuera obligado a evacuar Humaitá.

Una situación tan precaria exigía un desenlace: López creyó encontrarlo atacando al enemigo en su retaguardia, en su propia base de sus operaciones, en Tuyutí. La caída de Tajy hizo acelerar la ejecución del plan y el 3 de noviembre decidió atacar.

Desarrollo del ataque y la batalla:

Más de 7.000 hombres divididos en diecisiete batallones y dos brigadas de caballería fue dado a Barrios, mientras González mandaba la infantería, Caballero la caballería, Manuel Giménez la vanguardia. 

“El Mcal. López dio personalmente órdenes a sus comandantes sobre el mapa que Thompson había preparado basándose en las informaciones recogidas por las patrullas y las torres de vigilancia. El éxito, como siempre, se confiaba a la sorpresa; los paraguayos debían aproximarse de noche a las líneas enemigas y atacarlas con las primeras luces del día. El fin no era la ocupación del campamento, sino su destrucción, sobre esto López fue perentorio: matar, destruir, robar, quemar todo lo que no pudieran llevarse”, cuenta Puche sobre la misión paraguaya.

Los aliados tenían en Tuyutí cerca de diez mil hombres, además de la legión paraguaya, y doce cañones, entre ellos un Winthworth de treinta y dos pulgadas. Estaban tranquilos, ahora que el teatro de operaciones se había trasladado mucho más al Norte, no hacían patrullas y sus centinelas estaban cerca. Cuando Barrios atacó al amanecer del 3, el campamento dormía.

Los paraguayos de Giménez cayeron sobre la primera línea de trincheras, la atropellaron, y atacaron la segunda mientras los brasileños se daban a la fuga, tal como estaban, muchos ni siquiera vestidos, sembrando el pánico entre los civiles dedicados al comercio que se habían instalado en sus proximidades.

Abandonando sus bienes, todos huían hacia Itapirú; muchos llegaron hasta el río, y una vez allá pagaban cualquier suma a los barqueros dispuestos a llevarles a la otra parte, a territorio argentino.

La infantería con su acostumbrada intrepidez, al grito entusiasta de “¡Viva el Paraguay!”, llevó todo por delante a la bayoneta, sembrando de cadáveres el terreno que recorría y pegando fuego a cuanto encontraba en su paso; por manera que momentos después, se vio arder todo el campamento como una inmensa hoguera, avivada a cada instante por la explosión de los polvorines en diferentes puntos, columnas de humo negro, mezclado de rayos de llamas a guisa de relámpagos, se elevaban hasta juntarse en las alturas con las nubes del espacio. 

“Aquello era un espectáculo de horrible sublimidad que desafiaba a toda descripción”, describe el historiador.

Caballero hizo que la sorpresa fuera más completa, había ordenado a cada jinete que llevara a la grupa un soldado de infantería, armado ligeramente de espada y puñal. Cuando los escuadrones estuvieron en las líneas brasileñas, los infantes se apearon de las sillas cayendo sobre los defensores. 

Caballero intimó a los brasileños a rendir las armas: hubo un momento de excitación y luego empezó la matanza. En vano los brasileños arrojaban los fusiles, alzaban los brazos; los paraguayos los ensartaban con las lanzas, los degollaban con los puñales; los que no tenían tiempo de huir, caían de rodillas cubriéndose el rostro.

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El saqueo y el descontrol:

Paraguayos sorprendidos robando en el comercio de Tuyutí, 1867.

Los paraguayos se arrojaban sobre los barracones, echaban abajo las puertas y las paredes, rompían las cajas, golosos del azúcar, se lo comían a puñados. Merodeaban por el campamento bebiéndose a tragos botellas de aguardiente y de ron, caían borrachos entre los cuerpos de los muertos. 

Los que habían mantenido la disciplina se dedicaban a incendiar los almacenes, cargaban los caballos con sacos y los ponían en camino, ataban los cañones para llevárselos. Muchos oficiales habían perdido el control. También éstos, excepto algunos, se abandonaron al frenesí, daban sablazos a los heridos, reventaban los sacos con las espadas, comían, bebían y caían al suelo. “Aquí cantaba uno, allá otro daba órdenes al vacío, todos gritaban y se reían disfrutando del botín”, relata el entendido en historia.

Porto Alegre era el comandante del campamento aquella mañana, contrariamente a lo acostumbrado, ya estaba levantado. Enterado de lo que sucedía, reunió a todos los hombres que encontró alrededor del reducto central del campamento; viendo que el enemigo se había desbandado y entregado al saqueo, pasó al contraataque. 

Sus secciones, aunque reducidas, eran compactas y estaban ordenadas; los paraguayos se habían dispersado aquí y allá, en grupos o solos. Al ser atacados se defendían, huían o caían muertos, habían muchos dedicados al saqueo entre las llamas y el humo de los incendios. Los brasileños los sorprendían con el rostro dentro de los sacos, como animales, y los mataban mientras estaban tragando.

Conducción de los prisioneros aliados, 1867.

Caballero mandó cesar la matanza, cayendo de esta manera en su poder 250 hombres, todos brasileros, 10 oficiales, 2 jefes, el sargento mayor brasilero Cunhas Matto y el argentino mayor Aranda y seis mujeres, que fueron todos conducidos a Paso Pucú custodiados por un piquete de caballería, mientras llegaban los refuerzos de los aliados, la caballería correntina, dos regimientos argentinos y dos divisiones brasileñas. 

Él mismo trató de detenerlos mientras los otros se retiraban llevándose los cañones y el botín. Dio la orden de retirada al ver el desastre: eran las nueve de la mañana. De un extremo a otro, Tuyutí era un mar de llamas.

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El regreso a Humaitá:

Ruinas de Humaitá, patrimonio cultural nacional.

Los paraguayos regresaron a sus bases con un botín inmenso: tres banderas, doce cañones, fusiles, palas, pólvora, víveres, tejidos, camisas de Crimea, relojes de oro, de plata, dólares, pesos fuertes, libras esterlinas y una gran cantidad de objetos superfluos, como sombrillas, despertadores, telescopios, peines, etc. 

También fueron tomados y llevados unos carros cargados de ropa con muchas mulas y caballos que iban para Tuyucué.

Entre los víveres habían algunas cestas de alcachofas que dejaron a la gente admirada, pues el Paraguay no era tierra apta para producirlas. También se capturó una saca de correo apenas llegado de Buenos Aires, que le llevaron a López, el cual halló una carta de la esposa de Mitre a su marido y un paquete destinado al hermano del presidente, Emilio. El paquete contenía queso, té, café y un par de botas. 

“López dio los víveres al cocinero y se divirtió muchísimo leyendo a madame Lynch la carta de la señora Mitre”, cuenta Sánchez.

Las bajas de los aliados en ese día, en muertos, heridos y prisioneros, fueron 1500 más o menos, y las bajas paraguayas: 2250, es decir, más de una cuarta parte de la totalidad de la fuerza expedicionaria. Sin embargo, el resultado del asalto fue festejado como una gran victoria.

Cayeron, junto con los demás, tres valientes jefes paraguayos: Comandante Eugenio Lescano y los mayores Sebastián Bullo y Bernardo Olmedo.

El Mariscal, satisfecho del comportamiento de las fuerzas expedicionarias y queriendo dar un testimonio especial de satisfacción al arrojo y bravura de los cuerpos del Ejército que tomaron parte en el asalto glorioso del campo fortificado de los aliados en Tuyutí, decreta conceder una medalla de honor a todos los individuos que tomaron parte en el asalto con la inscripción de: “EL MARISCAL LÓPEZ A LOS BRAVOS DE TUYUTÍ” y en el anverso la inscripción de: 3 DE NOVIEMBRE DE 1867 orlada por una guirnalda.

Solano López con la segunda de Tuyutí se adelantó a los acontecimientos, ganó tiempo para que sus valientes soldados construyeran una ruta de escape a través de los esteros, el mismo río y el terrible Chaco de los Guaraníes. 

Varias semanas tardaron los aliados en recuperarse de ese duro golpe, que también costó mucha sangre a los paraguayos. Fue un sacrificio que dio frutos en términos militares para la resistencia paraguaya. Logrando sacar del cerco a casi 12.000 de sus hombres y planear la segunda etapa de la resistencia, en la línea del Pikysyry.

Curiosidades y datos

* Tuyutí aparte de campamento base aliado era una “ciudadela” de comercio en donde se instalaron muchos negocios, bares y prostíbulos, era una mini ciudad en donde uno encontraba a comerciantes y exploradores de todos los rincones del mundo, comprando y vendiendo todo tipo de bebidas, comidas y objetos.

* Porto Alegre, quien según la tradición perdió a su caballo en la batalla y mató con su propio revólver al Myr. Bullo, italiano nacionalizado paraguayo que quería rescatar la bandera de los guaraníes de ser capturada por los aliados, volvió a la posición perdida por los argentinos, pero la encontró hecha cenizas, destruida hasta la última piedra.

* Cuando miles de argentinos y “legionarios” paraguayos recibieron la primera embestida del ataque, huyeron con tanta celeridad que muchos, según se dice, pagaron en libras esterlinas para poder cruzar al otro lado del Río Paraná.

* Federico Baez era un Coronel “legionario” que sufrió la “muerte de los traidores”, fusilado por la espalda mientras escapaba de un soldado guaraní. 

* La destrucción que causaron fue tanta, que durante varios días se siguió levantando humo en el lugar donde se dio la batalla.

* Las crónicas aliadas cuentan que los brasileños debieron luchar contra paraguayos que en una mano cargaban la espada o el fusil y en la otra una bolsa de azúcar o comida que llevaban a sus bocas mientras peleaban.

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