“Empecé a hacer malabares después de recibir la visita de un primo de Buenos Aires. Él estaba viajando con sus amigos a Brasil, me mostraron un poco de lo que hacían y me dejaron las pelotitas con las que yo aprendí lo básico”, comparte sobre sus inicios. Tomando este impulso, Pipo viajó a Buenos Aires y comenzó a frecuentar a otros artistas: “Empecé a ir a la plaza, conocí más gente que hacía malabares y me empezó a gustar cada vez más. Fui a los centros culturales, en donde enseñaban malabares de forma gratuita a todos los que estén interesados en aprender”, narra.
Fue durante esos cursos en Argentina que descubrió la amplitud de la disciplina que comenzaba a adoptar: “No solo existen los malabares en el circo: aparte existe el entrenamiento físico, malabares, acrobacia, magia, payaso, improvisación… es un mundo súper amplio y yo no supe hasta entonces”, explica.
“Empecé a asistir a las convenciones de circo allá, luego volví a Paraguay. Como acá no tenía dónde entrenar, comencé a buscar las convenciones de circo de la región. En otros países de Latinoamérica se hacen de forma continua y anual desde hace varios años. Me fui a Argentina en la convención de circo en 2010 y aprendí más. Cada vez que salía de viaje, me iba con el objetivo de aprender y volver con formación y técnicas nuevas para seguir creciendo y aprendiendo”, cuenta y agrega que eso “Me llevó a hacer la convención de circo y artes callejeras en Paraguay también, que actualmente lleva 10 años”.
Por supuesto, el contacto con otros artistas de Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia, entre otras naciones, supuso también oportunidades para conocer el trabajo a nivel internacional y dar a conocer el suyo: “Fue un crecimiento intensivo, porque las convenciones son de cinco días. Aprendés de todo y después tenés tiempo de practicar y desarrollar”, comenta el artista de 34 años.
“En el 2010 me di cuenta de que me gustaría vivir del circo, vivir de mi arte, así que toda esa práctica la tuve que englobar en un show. Empecé a enfocarme en armar algo divertido, dinámico, que incluyera varias ramas del circo. También tenía que trabajar por crear un público para el circo, porque cuando se menciona la palabra siempre piensan en niños, en payasos… y uno dentro del circo tiene mucha variedad”, relata.
Talleres de circo
Para dar a conocer el arte, Pipo encabeza el Taller de Malabares y Circo en la Académica Guaraní en Área 2, que inició el pasado lunes 19 de enero: “La idea es tratar de impulsar un poco la disciplina de circo y con todo esto de la pandemia, impulsar a los niños a ponerse más activos. El taller se desarrolla los días martes y jueves de 9.00 a 11.00 y la inscripción tiene un costo de G. 200.000. “Como es un taller de verano, no un curso de un semestre, hasta la próxima semana tenemos tiempo de que la gente se entere y se anote, porque las últimas semanas ya van a ser de cierre, de armar una muestrita y trabajar sobre lo aprendido”.
“En total son dos horas en las que hacemos malabares con pelotitas, hula hula, acrobacias y un poco de improvisación con diferentes objetos. Parece poquito, pero se pasa volando”, comenta.
Familia de artistas
Actualmente, y a la par que desarrolla los talleres y su show de circo en solitario, Pipo lleva adelante “Sarambi Circo” junto a su compañera, Stefania, y la hija de ambos, Libertad, de 5 años. “Presentamos juntos y ya llegamos a ir a Brasil y Argentina, además de varios lugares de Paraguay. Libertad también tiene un número con nosotros y tiene uno propio”. Mencionó además que en 2019 recibieron una invitación para participar del programa Lo mejor de la familia, del canal Telefuturo, en el que compitieron con diversos artistas y obtuvieron el primer lugar. “El circo nos abrió puertas en muchos lugares y llegar a mostrar lo que uno hace y compartir y contagiarnos de lo que es el circo es muy satisfactorio”, reflexiona.
Pero el reconocimiento, aunque moderado, no llegó de forma gratuita: “Si querés vivir de esto, tenés que entrenar, tenés que aprender la parte teórica para poner en práctica. Tiene un proceso, no es de un día para otro, pero es gratificante, porque una vez que se llega a una meta, uno quiere ir por más”, explica. “Además de ser un arte, es una herramienta de transformación social y personal. Mucho de lo que se hace en el circo, al aprender, también te sirve en la vida cotidiana: si algo no te sale de una vez o te sale mal, es porque algo hay que mejorar. Uno aprende también a salir adelante, a no caer en la idea de que, si no te sale una vez, no es para vos. Cuando las cosas no salen como uno quiere, en el circo, es cuestión de motivarse, dedicarle tiempo y ser disciplinado. La disciplina hace que uno pueda evolucionar y llegue a sus objetivos”, cuenta.
La vida en pandemia
“El año pasado fue difícil”, comenta Pipo. “Me di cuenta de la fragilidad que tenemos los artistas; de un momento a otro, pasamos de tener la agenda llena a tener todos los eventos cancelados por la cuarentena”. Cuenta que, a pesar de que se inscribieron para la asistencia económica que ofreció el gobierno, no recibieron el beneficio.
“Pero igual no bajamos los brazos, justamente, algo que aprendimos del circo, es perseverar sea como sea, darle para adelante”, cuenta. “Empezamos una huerta en casa, porque tenemos un patio grande en donde entrenamos, así que hicimos ahí nuestra huerta tropical. Empezamos a vender plantines de lechugas, productos orgánicos, ya sea materia prima o cocinados, como panes rellenos y todo lo que se podía. A la par, comenzamos a hacer shows por zoom e hice muchas presentaciones en vivo gratuitas a través de mi fanpage Show de Circo Pipo. Los primeros tiempos más que nada fue para hacer llegar a la gente, pero como la situación no mejoraba, comenzamos a hacer cumples virtuales, saludos (…) Cuando ya no resultó, comenzamos a hacer “shows a vereda”: poné tu mesa fuera de tu casa y otros se juntan con sus autos a ver. Mucha gente valora eso, que le busques la vuelta a las situaciones. Yo creo que eso ayudó a que nos contraten y que, si no podían contratarnos, nos traían víveres para colaborar con nosotros” comparte.
“A fines de julio, cuando se pasó de fase, lo que hice fue volver al semáforo. Siempre fui más un artista callejero y esa vez me tocó volver. Siempre salí con un buen vestuario, una buena rutina, una buena sonrisa. En el lugar que fuera, yo estaba yendo a trabajar, a hacer lo que me gusta. Surgió también, se consiguió algo, pero la situación estaba difícil para nuestro público y muchas veces no tenían qué ofrecernos. Poco a poco empecé a ir a la plaza, los padres veían lo que hacía y a mediados de noviembre, cuando se reactivaron los eventos masivos, empezaron a salir contratos, aunque fueran más chiquitos por las limitaciones sanitarias”.
Sobre las situaciones con las que se vieron obligados a lidiar en el último año, a pesar de haber conseguido sobrellevarlas, Pipo nos cuenta: “Como artistas fuimos muy olvidados. Llegamos a presentar proyectos en varios lugares, adaptados a la situación, pero la burocracia nos impedía siempre llegar a algo. Todo lo que podían darnos era presentaciones para mediados de este año, pero nosotros necesitábamos llevar a cabo inmediatamente”, relata. Finalmente, y después de haber recibido negativas de la misma institución, la municipalidad les brindó un espacio en el Día del Niño: “Era algo, pero todavía hacía falta que se enfocaran en la asistencia a los artistas”.
Sobre este último punto, manifestó: “Los artistas son fundamentales en la sociedad, ya sean de circo, música, de teatro, todos, pero cuando pasan estas cosas, son las personas que las autoridades dejan por último. Cuando uno está en casa y agarra el celular, busca algo con lo que reírse, con qué divertirse, con qué entretenerse y para eso siempre está el trabajo del artista. Nos sentimos desechados en un momento en que nadie se daba cuenta de lo esenciales que somos, de lo esencial que es el arte para la sociedad”, concluye.