El joven es oriundo de Minga Guazú y considera que tiene la fórmula para hacer que los proyectos lleguen a buen puerto: “Todo lo que hagan, todo lo que practiquen, todo lo que presenten cada vez que se suban al escenario, háganlo con amor y no se van a equivocar”, reflexiona el músico.
La pasión de Nicolás por el arte inició a los 10 años: “Empecé a tocar la guitarra cuando tenía 10 años, porque me gustaba mucho. Era un mitâ’i muy hiperactivo, así que siempre me mandaban a jugar fútbol o algo así para descargar energía, pero a mí no me gustaba, así que mi mamá me regaló una guitarra”, rememora el joven minguero.
“Empecé a practicar, pero acabé dejando, hasta que hace dos años retomé la música con el requinto”, cuenta, sobre su encuentro con el instrumento que lo llevó al Ykua Pa’i. “Me ayudó mucho saber tocar la guitarra, pero el requinto tiene sus mañas también, porque a pesar de ser parecido a la guitarra, se trata de un instrumento completamente diferente, que hay que descifrar igual que cualquier otro”, explica.
Su pasión por la música se convirtió también en una de sus características más destacadas con sus allegados: “En el colegio, todos me conocen Como el que toca la guitarra”. Eso se acentuó después de que empecé a enseñar en un centro cultural cerca de ahí. No me molesta, me hace sentir que lo que hago deja una impresión en los demás y eso es importante”, comparte Colmán.
Colmán llegó casi por coincidencia al festival que lo nombró vencedor. “Es una historia graciosa”, ríe. “Yo vi en Facebook el video de un joven acordeonista de Minga Guazú y le dije al papá que la interpretación del chico me gustó mucho. Él me explicó que era para el Festival Ykua Pa’i, que era un Pre Festival del Takuare’e y me sugirió que participe también. Me envió los requisitos y yo no perdí tiempo, preparé mi video y lo envié”, narra.
“Estoy satisfecho con lo que logré, pero pienso que no tengo que conformarme con eso. El arte es algo que uno no termina de aprender, gracias a Dios. Siempre hay nuevas puertas que abrir a través de la práctica. Hay personas que tienen facilidad, talento natural, pero siempre es la persona que más se dedica la que llega más lejos”, revela.
Sobre la reacción de su entorno con relación al éxito que tuvo en el evento, explica: “Me felicitan. Me dicen siempre, mis amigos, mis familiares, mis amigos. Recibo mucho apoyo de mi entorno, pero ese lastimosamente no es el caso de todos los músicos que conozco”, relata.
En cuanto a su futuro, siente que tiene tiempo para definirlo, pero que eso no le impide tener un sueño: “Me gustaría vivir de mi guitarra o de mi requinto. Viajar por pueblos, ciudades, países diferentes con el instrumento, para mí sería increíble. Quiero vivir la cultura de otros lugaresm la cultura que tienen en forma de música”, comparte emocionado. “Si se da la oportunidad, voy a seguir enseñando, pero si Dios me dice que puedo elegir ser concertista, es definitivamente lo que quiero hacer, lo que más me gusta”, explica.
Más adelante, espera también componer sus propios temas, además de consolidarse como intérprete: “Tengo ideas pendientes, pero todavía no logré concretar ninguna composición. Creo firmemente que hay que ser positivos y que todos los músicos tenemos la capacidad de componer, algunos mejor que otros, pero eso va con la práctica y con el conocimiento que uno va adquiriendo”, razona.
Nicolas señala que la vida de un músico está llena de pequeñas interrupciones, pero que todo lo vale por hacer lo que le apasiona: “Estar en el escenario es algo mutuo, único, entre el público y el artista. Creo, sin embargo, que es el público el que más le da al músico a través de su aplauso, de su sonrisa, de ese apoyo incondicional que muchas personas dan. El cariño de la gente es lo que más me gusta”, concluye.