Y un día Pink Floyd sacó un nuevo material discográfico. A pesar de su disolución oficial en 1994 y su pequeña reunión con los miembros originales en 2005, la muerte del teclista, el gran Rick Wright y el otro emblema de la banda, Syd Barrett; el grupo resistió el paso del tiempo y hasta se animó a presentar en 2014 un material de estudio (The Endless River, de materiales grabados en los años 90 que sobraron del disco The Division Bell y casi completamente instrumental) y algún que otro recopilatorio. Hoy, Pink Floyd vuelve a ser noticia con el lanzamiento de este disco grabado en vivo allá en el ya lejano 1990.
“Live at Knebworth 1990” fue lanzado hace apenas un par de días de manera oficial, y es un viaje de vuelta a los años en que artistas de la talla (y me pongo de pie) como Elton John, Paul McCartney, Tears For Fears, Phil Collins, Eric Clapton, Dire Straits, Status Quo, Cliff Richard, Robert Plant, Jimmy Page, Génesis, y por supuesto Pink Floyd se juntaban en un festival benéfico, un evento de caridad, realizado en los alrededores del Knebworth House, un lugar público británico en donde la gente puede divertirse y hacer uso de sus instalaciones, además de que puede ser alquilada para filmar películas o hacer conciertos de música al aire libre.
El concierto de hecho fue encabezado por Pink Floyd, como parte de los Premios Silver Clef Awards, celebrados en el mencionado lugar, y contó con una afluencia de público cercano a los 120.000 asistentes. Fue transmitido en su momento por la cadena MTV y posteriormente fue lanzado en DVD. Sin embargo, hoy es una realidad la edición editada por el grupo británico de su actuación y con mejoras en la calidad de audio (hecho notable a la escucha del disco). El concierto, inédito hasta que apareció en la caja de los años posteriores de 2019, ahora está disponible como CD o vinilo doble por primera vez como un álbum independiente.
“Hay algo especial en Knebworth”, recuerda el baterista Nick Mason sobre este disco: “Todos todavía tenemos buenos recuerdos de tocar allí en los 1970, y este espectáculo no fue diferente. Como chico del norte de Londres, esto era casi como tocar en casa, pero con el placer adicional de ser el reensamblaje de la banda después de un tiempo bastante largo de una mega gira que duró más de un año. También fue una oportunidad para que tocara la maravillosa Candy Dulfer. Yo había sido fan de ella durante bastante tiempo, y fue una pena que no tuviéramos la oportunidad. para utilizarla para más. También tuvimos a nuestro querido amigo Michael Kamen como invitado. Michael había contribuido mucho a PF durante los últimos diez años, es genial tener algo de su interpretación en la grabación” expresó en referencia al teclista invitado.
Además de Michael Kamen, como dato no menor, para la hermosa canción “The Great Gig in the Sky”, se contó con la participación de la corista original Clare Terry, quien puso su melódica voz para la edición de estudio del tema lanzado en el disco The Dark Side of the Moon. En cuanto a las mezclas, David Gilmour y Andy Jackson han remezclado el sonido y el álbum presenta nuevas ilustraciones tomadas por el colaborador habitual Aubrey ‘Po’ Powell de los estudios Hipgnosis y diseñado por Peter Curzon de Storm Studios.
Reseña del disco:
Pink Floyd es de esas bandas que supieron cultivar su propio sonido con el paso de los años. De empezar con un rock lisérgico a finales de los 60, pasando por toda la fuerza del rock progresivo de los 70, hasta un periodo tumultuoso por los conflictos con el bajista Roger Waters en los 80, en donde tras la salida de este último, David Gilmour se puso a la cabeza del grupo hasta el final del mismo a finales de los 80 y principios de los 90. Queriendo dejar los problemas atrás y buscando volver a lo verdaderamente importante (¡la música!) se lanzaron los discos A Momentary Lapse of Reason y The Division Bell. Este concierto en vivo llega justo a la mitad de estos dos periodos, y el sonido del grupo está bien marcado por esta época.
El disco abre con la primera parte del Shine On You Crazy Diamond, con la magnificencia del fallecido Wright en los instrumentos de teclas. Caracterizado por las canciones de prolongada duración, empezamos con diez minutos para cruzar la atmósfera que propone el grupo con esta canción.
Prosigue con The Great Gig in the Sky, probablemente el himno en lo que se refiere a instrumentos de teclas del grupo, con la vocalista Clare Torry interpretando el éxito del cuarto disco más vendido de la historia del rock. Simplemente una interpretación sublime.
Volvemos al disco Wish You Were Here, con la canción homónima del álbum y una de las más famosas de la agrupación (de hecho, es la canción más reproducida de la banda en Spotify, con 471.528.489 reproducciones a la fecha de redacción de esta nota). Gilmour como ya nos tiene acostumbrados vuelve a lucirse con su guitarra acústica, mientras el resto de los músicos acompañan la atmósfera de añoranza propia del tema.
A la mitad del disco nos encontramos con “Sorrow”, la canción más “nueva” del grupo incluida en este material, ya que fue estrenada (en el punto del show) en su último disco de ese entonces, A Momentary Lapse of Reason. Compuesta en letra y música por David Gilmour, la canción toma una potente fuerza en esta interpretación en vivo por el aura que emana, digno de las mejores épocas del grupo.
Quizás la canción más famosa de Pink Floyd, e infaltable en cada presentación. La elegancia del grupo sigue intacta por más que hayan pasado hasta este punto más de 17 años de su lanzamiento. Los coros de Durga McBroom, Sam Brown y su madre Vicki, y Clare Torry son la cereza del pastel en este tema.
El disco se acerca al final con esta memorable canción del disco The Wall, guardando para la conclusión los solos de guitarra más memorables del grupo (y eso es mucho decir considerando de quienes estamos hablando). Como indica el título, el espectador puede quedar cómodamente entumecido al sumergirse en esta canción. Gran obra en conjunto.
El cierre perfecto para un disco en vivo. Los efectos sonoros de la intro de este tema preparan al espectador para un explosivo cierre, con uno de los temas más rockeros del glorioso The Wall. Un bajo potente, una batería que invita a no quedarse quieto, y obviamente la guitarra eléctrica de Gilmour reluciendo en esta canción. Potente y enérgico final acompañado (literalmente) de explosiones.