Uno de los peores asesinos seriales en la historia de los Estados Unidos era también un hombre respetado de la sociedad de Chicago, en los años 70. Importante miembro de su comunidad, rápidamente entendió que la política era una buena herramienta para hacerse del poder, una de sus más grandes ambiciones.
De esa manera, se hizo partícipe activo del Partido Demócrata (uno de los más importantes en los EEUU) y animaba fiestas comunales disfrazado de su aparentemente inocente alter ego: Pogo, el payaso.
Para empezar a ser conscientes de la magnitud de este caso, hay que entender el párrafo anterior. Uno de los más temidos criminales no era un hombre de mal aspecto de algún suburbio de mala muerte. Era alguien que animaba fiestas infantiles. Alguien de quien nadie sospecharía.
Allí se encuentra uno de los aspectos más espeluznantes de John Wayne Gacy, quien pasó a la historia por secuestrar, violar y asesinar a jóvenes adolescentes. En muchas de esas atrocidades, con su atuendo de payaso.
Una historia así de interesante se potencia si se cuenta con un material hasta ahora inédito. Mientras esperaba un juicio por homicidio, Gacy conversó desde noviembre de 1970 hasta abril de 1980 con un miembro de su equipo defensor. Se grabaron más de 60 horas de conversaciones, y tras cuarenta años por fin vieron la luz para retratar en primera persona a uno de los criminales norteamericanos más famosos.
Siguiendo la estela de su trabajo previo (Conversaciones con asesinos: Las cintas de Ted Bundy) el creador Joe Berlinger vuelve a entregar una atrapante miniserie que sirve para contextualizar este caso y a su personaje principal, desde sus inicios hasta su final por inyección letal el 10 de mayo de 1994.
En materia audiovisual, el documental es una delicia. El aspecto de utilizar las cintas de audio como también un componente visual es un acierto para teletransportarnos hacia el final del año 1979, cuando explotó el caso mediáticamente hablando. Mientras algunas personas pasaban en familia las fiestas de año nuevo, otras se acercaban hasta la residencia de Gacy a observar el trabajo de los federales, que no paraban de encontrar cuerpos enterrados en el sótano.
Estas conversaciones entre Gacy y sus abogados defensores muestran nuevos elementos sobre la mentalidad del psicópata, además de una mejor comprensión de cómo pudo actuar con semejante impunidad durante tanto tiempo, considerando que su primera víctima mortal data del 1972.
Pero lo mejor de este nuevo material es la humanización de los casos. El documental se toma su tiempo para contextualizar este aspecto, que no son solo 33 cuerpos, sino que eran 33 personas. Cada una con una familia, con seres queridos detrás.
En 2010 se reabrió el caso, y los oficiales desenterraron 8 de los cuerpos que a la fecha no habían podido ser identificados y gracias a los avances tecnológicos, se extrajo ADN de las víctimas y se pudo identificar a la víctima #19 como William George Bundy. Más tarde en 2017, se logró identificar a otro joven; víctima #24 James Byron Haakenson.
En 2021, casi cuarenta años después de su detención, se logró identificar a otra víctima de Gacy, Wayne Alexander.
Al día de hoy quedan 5 víctimas sin identificar. Se sospecha que pudo haber asesinado a 50 personas más, pero esto es difícil de confirmar, sobre todo teniendo en cuenta sus últimas palabras antes de morir: «Matarme no hará regresar a ninguna de las víctimas. ¡El Estado me está asesinando! ¡Nunca sabrán dónde están los otros! ¡Bésenme el culo!»
Con tres episodios de una hora de duración cada uno, “Conversaciones con Asesinos: Las cintas de John Wayne Gacy” es una excelente opción para maratonear en una noche, siempre y cuando no se tenga coulrofobia es la fobia o miedo irracional a los payasos.