En julio de 1933, el fortín Nanawa se transformó en el escenario de una de las batallas más emblemáticas de la Guerra del Chaco, donde la estrategia, el valor y la resistencia definieron el curso del conflicto. Con una fuerza boliviana superior en número y equipamiento, intentando un asalto masivo, los defensores paraguayos demostraron una resiliencia y astucia táctica extraordinarias. A través de una férrea defensa y contraataques decisivos, lograron no solo repeler los embates bolivianos sino también forjar un legado de coraje que perdura hasta hoy. Con la ayuda del entendido en historia paraguaya Sergio “Puche” Sánchez, profundizamos en la segunda batalla de Nanawa, una verdadera muralla viva en la memoria nacional.
Hace 91 años, la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia centró una de sus páginas más sangrientas en el fortín Nanawa. Este lugar, que en lengua makã significa “quebracho blanco”, fue escenario de violentas confrontaciones, destacándose por su intensidad la segunda batalla llevada a cabo entre el 4 y el 7 de julio de 1933. Nanawa es descrita por algunos historiadores como la “Curupayty del Chaco”.
Sergio “Puche” Sánchez, historiador paraguayo, describe a Nanawa como “un bastión de valor incalculable, un punto estratégico cuya defensa fue crucial para la soberanía paraguaya”.
La posición, defendida ferozmente por las tropas paraguayas, enfrentó una descomunal ofensiva boliviana. Los defensores paraguayos, que no superaban los 6.000 hombres, resistieron contra un contingente de 16.000 soldados bolivianos, apoyados por tecnología militar avanzada, incluyendo tanques y lanzallamas.
“En ambos combates las bajas paraguayas apenas superaban las 100 muertes y unos cuantos heridos, mientras que en el lado boliviano en cada una de ellas se contabilizan más de 2000. Cabe destacar que numerosos combates más se libraron en la zona en un periodo de 14 meses”, relata Sánchez.
El comienzo del asedio
La ofensiva boliviana comenzó bajo el mando del general Hans Kundt, un estratega que buscaba desesperadamente un cambio en el curso de la guerra con un golpe decisivo. “Kundt creía que Nanawa era el talón de Aquiles del ejército paraguayo; sin embargo, subestimó la resiliencia y el ingenio de las fuerzas paraguayas”, explica Sánchez. Los bolivianos lanzaron su ataque con una intensidad sin precedentes, utilizando una combinación de infantería y apoyo pesado de artillería y aviación.
Ante este panorama, el teniente coronel Irrazábal, comandante de la quinta división paraguaya, había preparado meticulosamente la defensa. Las trincheras fueron reforzadas y se implementaron redes de túneles para asegurar la movilidad y protección de las tropas. Además, se posicionaron estratégicamente piezas de artillería que jugarían un papel crucial en la repulsión de las oleadas enemigas.
Los informes de inteligencia indicaban que el general Kundt tenía la intención de lanzar un asalto contra Nanawa, coincidentemente el mismo día en que la Asamblea de la Sociedad de Naciones tendría una reunión. Por este motivo Estigarribia decidió concentrar a 9.000 hombres en el sector de Nanawa con una reserva estratégica en el fortín Falcón.
El asalto boliviano y la respuesta paraguaya
El primer día de batalla fue demoledor. Los bolivianos, con su superioridad numérica, intentaron sobrepasar las líneas defensivas desde múltiples flancos. Los enfrentamientos fueron extremadamente brutales, con un uso significativo de lanzallamas y tanques que intentaron romper las líneas paraguayas.
Sin embargo, la respuesta paraguaya fue de una ferocidad igual o mayor. “Los defensores, aunque superados en número, hicieron uso eficaz de sus armas y conocimiento del terreno, infligiendo bajas severas al enemigo”, relata Sánchez. La habilidad de los paraguayos para adaptarse y responder a las tácticas bolivianas fue decisiva, utilizando contrataques rápidos y precisos para desestabilizar a las fuerzas atacantes.
Emiliano R Fernández en el medio, Herminio Giménez en el arpa y en la guitarra que está del lado derecho es Ireneo Ojeda según los datos se desconoce al autor de la fotografía, ni a los demás integrantes de la orquesta.
Emiliano Rivarola Fernández, veterano de la batalla y conocido como “el soldado poeta”, escribió sobre Nanawa: “Fortín Nanawa che campamento la muralla viva oje’eha”. Sus palabras resuenan como un testimonio del espíritu indomable de quienes defendieron ese pedazo de tierra.
“Nanawa se convirtió en un símbolo de resistencia, una demostración palpable del coraje paraguayo”, resalta Sánchez.
La configuración del Tercer Cuerpo de Ejército paraguayo incluía:
- La 5ta. división de infantería, compuesta por los regimientos de infantería 24 de Mayo y 13 Tuyutí, además del regimiento de caballería 3 Coronel Mongelos.
- La 4ta. división de infantería, que incluía el regimiento de infantería 6 Boquerón y parte del regimiento 12 Rubio Ñu.
- La 2da. brigada de caballería, formada por los regimientos de caballería 4 Aca Caraya y 5 Aca Vera.
Estas fuerzas estaban apoyadas por el 2do. grupo de artillería General Roa y dos nuevas unidades, los batallones de fusileros 1 y 2, junto con el escuadrón de caballería divisional, constituyendo la Reserva del Cuerpo. En total, los defensores paraguayos sumaban 6.281 combatientes, reforzados con:
- 4 obuses Schneider de 105 mm,
- 8 cañones Schneider de 75 mm,
- 4 cañones Krupp de 75 mm,
- 7 ametralladoras pesadas y 11 ametralladoras livianas,
- 6 morteros de 81 mm.
Para el ataque, el general Kundt activó la 7ma. división boliviana, integrada por más de 10.000 efectivos distribuidos en catorce regimientos de infantería: 3 Pérez, 7 Azurduy, 8 Ayacucho, 16 Beni, 22 Campos, 38 Socobaya, 39 (sin nombre), 41 Colorados, 42 y 43 (sin nombres), así como los regimientos de caballería 1 Abaroa, 3 Aroma, 5 Lanza y 7 Chichas. Este formidable grupo estaba apoyado por:
- 29 piezas de artillería diversa,
- Una docena de morteros,
- 4 tanques,
- 8 lanzallamas, una innovación en aquel entonces.
La batalla
Los ingenieros bolivianos prepararon el terreno al colocar una enorme mina bajo las principales posiciones paraguayas. El plan fracasó cuando la mina explotó prematuramente, a 30 metros de su objetivo, creando un cráter significativo.
La infantería boliviana avanzó a través de la nube de polvo, pero fue rápidamente diezmada por el fuego automático paraguayo, dejando numerosos cadáveres en el cráter.
A la derecha, una mala coordinación provocó que el asalto frontal comenzara antes de que la artillería boliviana debilitara adecuadamente la defensa paraguaya. Adicionalmente, la infantería boliviana sufrió bajas por fuego amigo cuando su propia artillería abrió fuego tardíamente.
A la izquierda, aunque el ataque inicialmente tuvo éxito, los bolivianos no pudieron capitalizarlo, y los paraguayos, mediante un tenaz contraataque usando granadas de mano, recuperaron sus posiciones.
Los operadores de lanzallamas, potencialmente decisivos, también fueron neutralizados rápidamente, y uno de los cuatro tanques fue inmovilizado y abandonado después de que su torreta fuera desactivada y destruida por ingenieros paraguayos. Además, algunos valientes soldados paraguayos arrojaron granadas dentro de los tanques bolivianos.
La confusión se incrementó cuando los bolivianos, que habían identificado erróneamente las posiciones principales paraguayas como puestos avanzados, cayeron bajo el intenso fuego defensivo antes de lo esperado. Además, parte del fuego de artillería de apoyo cayó corto, causando numerosas bajas por fuego amigo antes de que los artilleros se quedaran sin munición. A primeras horas de la tarde, el ataque colapsó, dejando 2,000 cadáveres en tierra de nadie.
Al día siguiente, los atacantes supervivientes curaron sus heridas antes de intentar una nueva ofensiva el 6 de julio, cuando 8 oleadas sucesivas de asaltantes fueron nuevamente repelidas.
“Tras perder el 50% de sus efectivos originales sin obtener ningún beneficio visible, los sobrevivientes de la 7ma. división se reorganizaron con los regimientos de infantería de dos batallones y regimientos de caballería organizados en dos grupos, aunque cada uno promediaba solo entre 500 y 600 efectivos. La división se estableció en defensas fijas, donde permaneció hasta diciembre”, cuenta Sánchez.
La 4ta. división boliviana, reducida a los regimientos de infantería 2 Sucre, 4 Loa, 18 Junín y 50 Murguía, bajo el mando del general Enrique Peñaranda, atacó Gondra el 6 de julio, sector defendido por fuerzas paraguayas al mando del coronel Rafael Franco. El ataque fue repelido, y debido a la derrota, el coronel Franco lanzó, con la aprobación de Estigarribia, una ofensiva limitada usando la 1ra. división.
Los combates en el sector Gondra continuaron hasta el 12 de julio, cuando la 1ra. división paraguaya giró al flanco derecho de Peñaranda y capturó su hospital de campaña. Peñaranda apenas pudo escapar de esa maniobra y dos días después se dirigió al noreste, abandonando grandes cantidades de equipo. Así concluía la segunda batalla de Nanawa.
El 14 de julio, el entonces coronel Estigarribia recorrió el campo de batalla encontrando “el cuadro más macabro que vio en su vida”, según describió. Estigarribia inspeccionó el sector y quedó consternado al observar que en el sector donde la lucha fue más sangrienta, al norte de las trincheras paraguayas en un punto llamado Isla Mojoli, había restos humanos dispersos, incluso colgando de los árboles; y ordenó que los cadáveres fueran incinerados, rociándolos con queroseno. Estigarribia escribió en sus memorias que aquella impresión atroz lo persiguió durante meses. Ese día Estigarribia declaró formalmente victoriosa la campaña de Nanawa.
Emiliano R. Fernández: El soldado poeta que peleó en Nanawa y compuso el épico tema ”13 Tuyuti”
“Rohejá hagua ore ra’y répePedestal de gloria omaé haguá”
“Para dejar a nuestros herederos, un pedestal de gloria que admirar”
La historia de Nanawa permanece viva, no solo como un recordatorio de las horrores de la guerra, sino también como un ejemplo de cómo la determinación y la estrategia adecuada pueden superar las adversidades más formidables.