El año es 1988. Agonizaba la dictadura stronista: ese año se celebró la que sería la última de ocho elecciones fraudulentas, que siempre daban como victorioso a Stroessner con 80% o 90% de los votos. La inflación llegaba a niveles altísimos, el empleo escaseaba y se iban dando de a poco aperturas democráticas en los países vecinos, con lo cual el tirano iba quedando solo. Sin embargo, algunas cosas continuaban exactamente iguales, como la represión y el toque de queda permanente.
“Había que esquivar lo máximo posible a los uniformados”, cuenta Felipe Vallejos, guitarrista y vocalista fundador de Kaos. “Teníamos que pedir ‘permiso’ a la comisaría local si hacíamos algún toque en determinado barrio, y no, no eran muy amables con los rockeros y metaleros”. No obstante, al ser el metal y el punk estilos nuevos para el país y que la gente en general no comprendía, Felipe aclara que los policías sentían cierto recelo, e incluso miedo ante lo desconocido: “No teníamos pinta de simples hippies. Además, la música que se escuchaba en el recinto (cuando caía la policía) era fuerte y estruendosa. Posiblemente pensaban que estábamos invocando a todos los satanes del subsuelo”.
Nace en Paraguay el sonido sucio, desprolijo y revoltoso
Estos “satanes del subsuelo” no eran más que ritmos rápidos y gritos de rebeldía contra el establishment. Kaos nace ese año, del deseo que tenían Felipe y amigos/as de reproducir el “sonido sucio, desprolijo y revoltoso del punk rock”. La formación de la banda era: Fernando Abadie (batería), Silvia Ortiz (guitarra), Tanja Henke (bajo) y Felipe Vallejos (voz y guitarra). Todos los integrantes provenían de bandas ya con algún renombre en la escena ochentera: Tanja y Silvia tocaban en Avalon, Fernando en Metal Urbano y Felipe era guitarrista de Rawhide.
“Escuchábamos a las clásicas Sex Pistols, Clash, Ramones, Stranglers, Blondie, y otras no tan conocidas por estos lares como Crass, Generation X (la antigua banda de Billy Idol)”, dice Felipe sobre las influencias de Kaos. “Haciamos algunos temas propios mezclados con covers, por ejemplo, ‘I just wanna have something to do’ y ‘I don’t want you’ de Ramones, e incluso reversionamos y le dimos un sonido más punk a un tema de una banda flower power llamada Love”.
Tesoros musicales en vinilo y cinta
En cuanto a cómo se las arreglaban para conseguir material de punk en esa época, Vallejos cuenta: “había disquerías muy buenas a pesar de todo, Valhalla, Whiplash. Llegaba material de rock, metal y un poco de punk. Personalmente yo ya tenía una discografía bastante interesante, porque como pasé mi infancia en Alemania, cuando nos vinimos a Paraguay con la familia me traje buena parte de mi colección de discos”.
Además, existía el clásico ‘carteo’ entre músicos. ¿De qué se trataba, para los no iniciados? Le escribías a una banda del exterior, mandabas tu demo en cassette, y si se copaban, ellos te enviaban el suyo. “Enviabas tu carta y con suerte llegaba a destino en el mismo mes. Y después llegaba la respuesta, uno o más meses más tarde, ¡pero la alegría era enorme! Contarle a los perros: ‘Cheee, me llegó una respuesta y me mandaron un demo tape’.. Entonces armábamos una reunión para sentarnos a escuchar el material todos juntos”.
Somos Kaos, si les gusta, OK, y si no jódanse
¿Cómo reaccionaba el público a la novedad de una banda de punk rock? “Yo diría que nos toleraban bastante bien. Cuando eso, los conciertos no eran tan frecuentes. Entonces, cuando había un festival, era normal que la cartelera sea extensa e incorpore bandas de muchos estilos, desde el pop rock suave hasta el metal extremo. El público era respetuoso, además nos conocíamos todos. No era una relación del tipo ‘yo rock star – vos público’, éramos de la misma calaña. Y la forma de dirigirnos a la gente, aunque en parte provocadora, iba siempre con mucho sentido del humor. Onda: ‘Somos Kaos y hacemos punk rock. Si les gusta, OK, y si no jódanse’, pero la reacción no era negativa, nos reíamos todos”.
Kaos dejó como registro de su paso por la tierra una sola canción, “Títeres Rebeldes”, grabada gracias a haber participado de un festival y competencia de bandas organizado en diciembre de 1989 por Luis Cárter. El tema fue incluido en el compilado “Lo Mejor del Rock Nacional Vol. 1” (1990) en formato cassette. Una canción, 2 minutos y 20 segundos de furia; más que suficiente para reclamar su lugar como pioneros absolutos de un movimiento que hoy día ya suma más de 3 décadas de intensa actividad e historia.