InicioCulturaEl realismo simbólico de Adriana Villagra

El realismo simbólico de Adriana Villagra

Adriana Villagra no esperaba dedicarse a la pintura. A pesar de que su vida siempre estuvo ligada al arte, a través de su madre, la artista plástica Ramona Riquelme, no fue hasta cerca de terminar sus estudios universitarios que le sucedió lo que ella define como ser “picada por el bicho del arte”. Fue alrededor del año 2002, cuando concluía la carrera de Diseño Gráfico en la Universidad Católica de Asunción, que dio el salto al óleo sobre lienzo.

“En ese tiempo hice algunos talleres y me inicié con la asesoría de mi mamá”, cuenta Villagra, quien tiene una voz jovial, hiperactiva. “Empecé pintando bodegones. Mi inquietud más grande, lo que más me importaba en ese momento era aprender la técnica del óleo, así que me pareció que una buena temática para empezar a investigar la técnica era el bodegón, porque a través del bodegón uno aprende técnica, aprende composición, depura su dibujo, aprende a combinar colores, estudio de luz”, nos comparte la artista, que nació en Ciudad del Este y que actualmente reside en Asunción.

La artista plástica Adriana Villagra nació en Ciudad del Este en el año 1978.

A pesar de que su deseo era perfeccionar la técnica, su idea siempre fue la de adaptar su obra hacia un ámbito más personal e íntimo: “De esos bodegones del inicio, en esa búsqueda del lenguaje propio dentro del arte, es que desemboco en eso que actualmente sigo desarrollando y que por darle un nombre le puse realismo simbólico”, narra. Este realismo simbólico incluye el retrato de elementos de la vida cotidiana entrelazados en formas completamente inesperadas y, a la vez, profundamente significativas.

“Los temas recurrentes de mi obra son los cielos, los muros, las flores. También las texturas de las paredes, los alambres. Últimamente el tema más recurrente y con el que más estoy investigando son las figuras de papel, que se les conoce como origami o papiroflexia. Yo misma hago las figuras, a veces son aves, a veces son mariposas, a veces algo más. Son figuras que sigo investigando, que sigo aprendiendo a plegar para seguir incorporando a mis obras, en conjunto con otros elementos que sí ya están presentes en mi obra desde hace mucho tiempo”, comparte.

En cuanto a las exposiciones de las que ya participó, Adriana destaca su experiencia siendo la artista principal de una muestra: “El más importante fue un individual que tuve en el 2017, que presenté en el Centro Cultural Citibank de Asunción, con obras de muy gran tamaño. Algunas llegaban hasta el metro con 1,25. Fue muy desafiante para mí justamente por el tamaño de las obras”, revela.

En el ámbito internacional, también tuvo una presencia destacada en el Art Revolution de la ciudad de Taipéi en 2018, en donde presentó un stand propio con una selección de 15 obras.

El arte: un lenguaje que nos conecta

“Despertar a lo invisible”, pintura de 2019.

Es durante su participación en la muestra del país asiático en donde surge una de las anécdotas más interesantes de su vida artística: “Una jovencita se acercó a mirar mis obras, muy embelesada. En un momento dado ella me pide que le explique el significado de una obra en particular que a ella le gustaba. Ambas hablábamos en inglés, porque ella no hablaba español ni yo hablaba chino. Cuando empecé a conversar con ella, explicándole bajo que concepto yo concebí esa obra, empezó a llorar, se desarmó en lágrimas. Estaba muy emocionada. Me dijo que se sentía reflejada en la obra y que le había calado muy profundo”, relata. Lo sucedido impactó profundamente en Adriana: “En ese momento, me llenó de satisfacción ver que con una persona de otro continente, de una cultura tal vez un poco diferente a la nuestra, a través del arte, hicimos una conexión. Más allá de los credos, más allá del idioma, de las fronteras, de las barreras geográficas que pueda haber de por medio. En ese momento sentí con mucha fuerza el poder y la grandeza del arte como un medio de comunicación que va mucho más allá del lenguaje verbal. Fue muy emocionante ese momento para mí. Sentí que lo que hacía tenía mucho sentido y mucha trascendencia”, comparte, conmovida.

Las particularidades de este año también afectaron el desarrollo presencial de las exposiciones, pero eso no significó que su trabajo estuviera paralizado: “Por toda la situación que estamos viviendo, estuve participando más que nada en exposiciones virtuales. Fui parte de una muestra virtual en España, también fui seleccionada para una exposición internacional en Argentina”, indica. También de este año es la publicación de su obra en el catálogo Arte y Libertad que edita la galería Artelibre de Zaragoza, España, de forma anual. “Es un catálogo en el que participan artistas de renombre que desarrollan su obra dentro del realismo, o sea, es un catálogo del realismo contemporáneo”, menciona con satisfacción.

“Un acto de entrega, de devoción”

Ante la consulta de cuánto de ella misma se encuentra en cada obra, Adriana suena decida: “Yo creo que el 100% y más”, contesta entre risas. “Para mí pintar es un acto de entrega, de devoción. Creo que cuando uno pinta tiene que poner todo de sí. Pienso que el arte es un camino de autoconocimiento, un permanente viaje de introspección. Los elementos que utilizo en mis obras son tomados de la realidad, todo parte del paisaje urbano, de elementos que me rodean en forma cotidiana, de los origamis que yo misma pliego. Todos son elementos con los que yo tuve contacto, todos son cosas que vi, que toqué, que me dieron una experiencia”, expresa. “Para mí armar cada obra es un acto de amor, un acto de entrega. Trato de pintar con el mayor de los desapegos posibles, tratando de no centrarme tanto en el resultado para poder disfrutar el proceso. A pesar de que se produce una venta, porque uno vive de esto, yo no pinto pensando en la venta, pinto pensando que estoy entregando un mensaje, que estoy compartiendo algo con la gente y tratando de establecer un vínculo a través del arte. La venta ya es la consecuencia de todo eso, nunca el fin”, reflexiona.

“El sublime acto de vivir”, una pintura de 2009.

Villagra lanza también un mensaje a los jóvenes apasionados del arte: “Les aliento a que nunca desistan de sus sueños. El arte es un camino de mucha entrega, de disciplina. Es importante poner el alma, el corazón cuando uno hace este tipo de trabajos y por más que van a encontrar obstáculos, va a haber gente que les va a querer hacer desistir, que les va a decir “No hagas eso, te vas a morir de hambre”. Yo te digo que sí se puede vivir del arte, porque yo lo hago”, señala.

“Puede ser difícil, es un camino complicado, pero nunca hay que desistir de lo que uno ama, de lo que le llena de satisfacción. El dinero va y viene, pero la satisfacción emocional, sentirse pleno, hacer algo con lo que uno está a gusto, no tiene precio. Nunca hay que desistir de lo que a uno le gusta, así tengan que empezar a pintar a los 50, 60 años, nunca es tarde para empezar algo que uno ama. Hay que situarse en el presente y hacer, hacer, entregarse y practicar, practicar. Todo con práctica llega, tarde o temprano”, concluye.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Must Read

spot_img