InicioActualidadDelicia Acosta: 30 años al servicio de la educación

Delicia Acosta: 30 años al servicio de la educación

Cuando pensé en hacer una nota con la profesora Delicia Acosta, a quien conocí como la directora del colegio en el que cursé, esperaba conseguir algunos comentarios sobre la enseñanza de su instituto de inglés durante la pandemia. A medida que la conversación avanzaba, los recodos de su memoria fueron contando historias ricas, trayendo a la mesa reflexiones profundas y tuve que rendirme a hacer la semblanza que presento hoy en El Urbano. Tal vez no es la nota informativa sobre las clases virtuales en los institutos de inglés que le prometí, pero el alma del escritor esta vez pegó más duro

Por razones que solo el 2020 entiende, la conversación la tuvimos de forma telefónica, pero la fluidez y la alegría que la caracterizan se sintieron incluso de la distancia. La primera pregunta estaba destinada a ser un dato secundario, para colocarlo como complemento a la “nota real”, pero fue su forma de enfocarla lo que me hizo cambiar de opinión y seguir indagando en temas que tal vez no tenían tanto que ver con el inglés o las plataformas virtuales, pero que echaban luz a su personalidad, algo que, sin darnos cuenta, terminó convirtiéndose en el tema central de este material.

Iniciamos con el origen de su instituto de inglés: “Tengo que remontarme a décadas y décadas, porque es una institución pionera en Ciudad del Este”, contesta, con la voz llena de nostalgia. “Empezamos en el año 1993. Teníamos el local cerca del mercado, sobre la Avenida Bernardino Caballero. Además de inglés, teníamos informática, con computadoras que eran enormes, grandes como lavarropas. Además, enseñábamos dactilografía y secretariado. Yo era la directora y enseñaba dactilografía e inglés. Ahora me centro únicamente en el inglés, porque la parte de informática ya me dejó atrás”, comenta entre risas, “hoy enseño a nativos de la era digital y ya son ellos quienes me van a enseñar de informática a mí”.

Delicia Acosta junto a sus estudiantes de inglés, año 2019.

Sobre el tema, explica que las clases virtuales le enseñaron el mundo que se estaba perdiendo: “Es impresionante la peculiaridad del aprendizaje online. Tengo alumnos de Asunción, de Hernandarias, de Ñemby… de diferentes lugares. Es tan lindo. Siempre les digo que al terminar esta pandemia tenemos que hacer un tour por Ciudad del Este. Les quiero traer a todos acá. Pensé que iba a abarcar solo Ciudad del Este, pero incluso jóvenes de colegios encumbrados de Asunción están estudiando hoy conmigo y esa es una experiencia muy valiosa”, comparte. “Estamos muy informados, muy conectados. Todo el tiempo estamos viendo qué es lo que está pasando en sus ciudades, un mundo maravilloso que experimenté. Cuando todo era presencial, era más limitante, pero ahora el mundo se amplió, es algo mágico”, revela.

A partir de aquí, volvimos a conversar sobre su trayectoria: “Desde el año pasado volví a habilitar (el instituto), porque ya descansé mucho de la jubilación”, bromea. “Dije “voy a hacer lo mío, que me encanta”, que es enseñar inglés”, describe.

“Gracias al inglés vine a forjar mi destino en el Alto Paraná. En el año 1988 vine a Ciudad del Este. En ese tiempo, el ya finado Padre Rogelio Ramírez era director del Colegio San José y, como era amigo de la familia, me dijo “Cuando termines tu diplomado, te voy a llevar a Ciudad Presidente Stroessner”. Un día fue a visitarnos y dijo “Terminaste y ya te llevo”, y de verdad terminé acá”, narra.

“Venir acá de debajo de la pollera de mi mamá, entrar en otro mundo, fue complicado. Yo tenía 20 años, poco más tal vez. Era muy joven cuando llegué, pero puedo decir que tuve la oportunidad de enseñar en los mejores colegios del Alto Paraná”, relata orgullosa. “El director del CRECE, que en ese tiempo era Genaro Bogado Román, me llevó a su colegio en el año 1989, donde enseñé casi 30 años. En el Área 1 entré en el año 1998, cuando estaba terminando el convenio con Itaipú y se hizo un llamado a concurso para nuevos docentes. En ese tiempo era muy difícil ser parte del plantel de profesores del Colegio del Área 1. Nos presentamos unos cuantos para el concurso y finalmente entré”, explica.

Delicia Acosta (tercera de pie, de izquierda a derecha) junto a sus estudiantes de inglés, año 1993

“Después de tanto tiempo de enseñar, me jubilé en el 2015. Lo más difícil es ya no estar en aula en los colegios, compartir con los jóvenes que estudian allí, porque ellos nos nutren. Siempre me dicen “Ay, profe, tu edad no te queda” y yo les digo que es cierto, porque de los jóvenes absorbo la energía vital, me nutro de ellos”, comenta risueña. “Gracias a Dios nunca dejé la docencia en la universidad, así que nunca me alejé de los jóvenes. Aprendo muchísimo con ellos y de ellos. En cada etapa trato de manejarme y actualizarme y estar acorde a los pensamientos de cada época, de cada generación”.

“En la Facultad de Filosofía de la UNE estoy desde el año 1993. Les conozco a casi todas las generaciones. Esto es lo más maravilloso, estar compartiendo con cada grupo de personas, con diferentes pensamientos. En 10 años son impresionantes los cambios que vamos experimentando. Algunos positivos, otros negativos, pero se aprende de todo. Lo negativo te enseña a no repetir el error, pero siempre hay que hacer lo posible por destacar y absorber lo positivo de todo, a pesar de las barbaries que están aconteciendo”, reflexiona.

Sin embargo, no todo es nostalgia durante la jubilación: “Lo más maravilloso es que por fin pude compartir con mi familia. Incluso aprendí a ser cocinera, porque yo nunca me metí en la cocina. Tuve que aprender a cocinar, porque siempre trabajé mañana, tarde y noche y encima estudiaba, porque nunca dejé de estudiar. El solo compartir con la familia el almuerzo es para mí gratificante. No soy experta, pero por fin escucho “Ay, qué rica la comida de mami”, de mis cuatro hijos”, comparte orgullosa.

Finalmente, resume sus palabras, meditando sobre la vida y todo lo que podemos hacer para mejorarla: “Hay que ser optimistas, hay que perseverar, hay que actualizarse, no dormirse sobre los laureles. Se aprende bastante con los jóvenes, que son innovadores, creativos y nunca hay que subestimarlos ni subestimar a nadie. Hay que tener empatía por sobre todas las cosas, nunca juzgar a alguien. Cada persona tiene un bagaje de conocimiento bien sólido y la persona se constituye del ser, que es lo más importante y después vendrá el tener. A la persona en su peculiaridad hay que entenderle, nunca juzgarle” concluye.

Por Katerine Miranda

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Must Read

spot_img