InicioActualidadCurupayty: La victoria más épica de la historia americana

Curupayty: La victoria más épica de la historia americana

Dos días después de la caída de Curuzú, el 3 de setiembre de 1866, los paraguayos comenzaron a fortificar las inexpugnables trincheras de Curupayty bajo la incesante lluvia de aquel septiembre, estas formidables defensas y trampas mortales fueron ordenadas por el Mcal. Francisco Solano López, diseñadas por Franz Wisner von Morgenstern y cuya construcción y defensa fue comandada por el bravo jefe paraguayo Gral. José Eduvigis Díaz.

En Curuzú, los Aliados debatían cómo llevar el ataque a la entonces todavía débil posición paraguaya que estaba defendida por pocos hombres y una sola pieza de artillería.

Desde el 8 de septiembre mientras se preparaba la estrategia aliada, sumada la inclemencia del tiempo y la pérdida de tiempo, crecían las defensas paraguayas en profundidad, amplitud, complejidad y eficacia.

9 días antes de la batalla ocurre la famosa entrevista de Yatayty Corá, en donde López buscando La Paz se entrevista con el comandante de las fuerzas aliadas Bartolomé Mitre, no llegando a un acuerdo por el contenido del tratado secreto de la Triple Alianza.

“Curupayty fue la línea de defensa inexpugnable que aniquiló al enemigo”

Trinchera de Curupayty, de Cándido López. 1893. Museo Nacional de Bellas Artes

El Mariscal Francisco Solano López ya había ordenado al Coronel húngaro Francisco Wisner de Morgenstern que trazara sobre el terreno el plano de las nuevas obras de fortificación proyectadas para contener el avance enemigo que parecía inminente.

El Mariscal y Presidente convocó a su Estado Mayor para considerar el plan de defensa y todos lo aprobaron, menos el General José Díaz que lo discutió enérgicamente diciendo que era bueno en los papeles pero no detendría al enemigo. 

“El Mariscal tenía una fe ciega en Díaz y le encomendó personalmente la construcción de las defensas, Díaz inició así la tarea desde el monte derribando los primeros árboles que cubrían el lugar, trabajando en turnos, 5.000 hombres fueron destinados a los preparativos; cavando, cortando árboles, haciendo túneles, preparando zanjas y abatises, estos hombres rendidos por el sueño y la fatiga se dormían de pie con los ojos abiertos aprovechando el breve turno de espera burlando la vigilancia del superior que velaba sobre ellos, apoyándolos en aquella labor sin ejemplo, durante el cansador trabajo de apertura de las trincheras, los soldados estaban metidos en los esteros con el barro y el agua hasta la cintura, se turnaban entre el trabajo y la vigilancia de las líneas para evitar cualquier ataque enemigo”, cuenta Sánchez.

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“Oi porãne kuatia ári, pero upeichante ñamopu’aro ko trinchera ndajajokomo’ai chene los cambape.” José Eduvigis Díaz.

La trinchera principal tenía 3 metros y medio de ancho por 2 y medio de profundidad, con la misma tierra extraída se construyó el ancho muro detrás del cual se levantaban las plataformas de los cañones, también se realizaron otras zanjas que se cubrieron de espinillos y aromas que después de las grandes lluvias quedarían bajo agua como trampas mortales.

Todo el frente tenía una extensión de 2.000 metros aproximadamente, todo se fue realizando mientras los aliados seguían demorando el ataque por las intensas precipitaciones que cesaron recién el día 20, los generales esperaron hasta que el agua se escurriera para facilitar el desplazamiento de las tropas .

El 21 de septiembre antes del mediodía, el General Díaz se presenta al Mariscal López en el Cuartel General de Paso Pucú para comunicar que las trincheras estaban listas y asegurando que si todo el ejército aliado atacaba, este quedaría sepultado al pie de las trincheras, Díaz volvió junto a sus soldados y pasó vigilante la noche en Curupayty mientras en Curuzú, 20.000 hombres del ejército aliado se encontraban reunidos preparados para el ataque del día siguiente.

El Ataque Fluvial

El 22 de setiembre un radiante sol saludaba el desplazamiento de la flota imperial al mando del Almirante Marqués de Tamandaré, que a las 8 de la mañana iniciaba con sus 101 cañones un feroz bombardeo sobre las defensas paraguayas, arrojando en pocas horas alrededor de 5.000 proyectiles, luego se hizo un súbito y desconcertante silencio, los bombardeos intensos de la escuadra no hicieron mella alguna en las defensas para que luego la línea paraguaya compuesta por batallones de fusileros y artillería, con sus respectivos cañones y fusiles que escupirían toda su furia contenida de fuego contra las columnas aliadas momentos más tarde.

El Ataque terrestre

Asalto a la 4ta columna argentina a Curupayty, de Cándido López. 1898. Museo Nacional de Bellas Artes

Luego del ataque fluvial, el General Mitre ordenó entonces el inicio del avance bajo el mando de los Generales Wenceslao Paunero y Emilio Mitre 10.000 argentinos se lanzaban al ataque, seguido de otros 10.000 brasileños comandados por el General Manuel Marques de Souza, barón de Porto Alegre, con sus vistosos uniformes de parada, relucientes bajo los rayos del sol, alineados bajo rigurosa formación, marchando al son de músicas marciales y con sus banderas desplegadas, parecían destinados a lucirse en una fiesta fastuosa, pero en realidad se dirigían camino a la catástrofe, ni bien el enemigo se puso al alcance, Díaz ordenó el fuego. 

Un toque de clarín fue seguido por el unísono estruendo de los 49 cañones paraguayos, el tránsito de los aliados por el lodo se realizaba en condiciones realmente penosas, dejando los artilleros paraguayos enormes huecos en las formaciones que se revolvían en el fango, los que salían ilesos del campo de tiro de los cañones se encontraban con las trampas, los árboles espinosos y los que trataban de aproximarse a las trincheras eran literalmente fusilados. 

Los aliados trataban de utilizar las escalas y fajinas, caían segados centenares, retrocedían horriblemente destrozados, se retorcían mientras recibían refuerzos y volvían a la carga, siempre con el mismo infortunado resultado, Curupayty resultó ser inexpugnable.

Cuando los aliados se dieron cuenta y marcharon en retirada pudo observarse la magnitud de aquel triunfo, una inmensa cantidad de cadáveres llenaban la laguna Mendez, los esteros contiguos y el campo abierto frente a la formidable defensa.

“Nuestros ancestros aquel día fueron las murallas que cumpliendo con el deber supremo de Vencer o Morir, coronaron aquella legendaria jornada saludando la aplastante victoria tras el aviso del clarín del Sargento Cándido Silva con los gritos de VIVA EL PARAGUAY!!”

Las bajas paraguayas fueron insignificantes, 23 muertos y 69 heridos. Díaz se presentó a dar el parte oficial de la batalla ya caída la noche y el Mariscal López rodeado de altos dignatarios y distinguidos Jefes y oficiales se adelanta a recibir a su General, un abrazo estrecho y prolongado fue su respuesta, seguido de sus palabras: 

“Vuestro nombre, General, no morirá. Vivirá eternamente en el corazón de nuestros conciudadanos”.

La catástrofe que tuvo un alto costo para el enemigo dejó más de 10.000 muertos, heridos y prisioneros, entre las bajas más sentidas se encontraban 6 comandantes brasileños y 2 argentinos.

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Otros datos

  • Los 49 cañones paraguayos efectuaron más de 7.000 disparos sobre las columnas que avanzaban, 5.000 fusiles paraguayos disparaban desde corta distancia con una discrecionalidad pocas veces vista durante esa guerra.  
  • “El desastre de curupayty” como lo nombraron los invasores frenó las operaciones aliadas por 10 meses, le costó el cargo como general de las fuerzas aliadas al Presidente argentino Bartolomé Mitre y generó el rechazo popular hacia la guerra en argentina, varios levantamientos hicieron que algunas provincias retiren sus tropas del frente.
  • “El manco de curupayty”, Candido López fue un pintor argentino que se enroló al ejército cuando estalló la Guerra de la Triple Alianza, en Curupayty combatió como teniente de un batallón en donde una granada le cercena parte del brazo derecho retirándose de la guerra como inválido, años más tarde y al borde de la miseria, Candido López comenzó a practicar pintura con su mano izquierda, de modo que volvió a pintar pero esta vez concentrándose en reflejar los campos de batalla y los campamentos de la Guerra del Paraguay. 

Sus obras hoy documentan lo que sucedió en aquellos campos de batalla.

Más información: Vapor Cué: La inmolación de la flota paraguaya

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