El caso de Danzarte, una academia de danzas situada sobre la Avenida Perú de Ciudad del Este, ilustra perfectamente las dificultades que se vivieron a lo largo del año. “Apenas tuvimos 12 días de clases antes de que se declarara la cuarentena obligatoria. Como recién habíamos iniciado, muchas de las estudiantes no habían pagado aún la mensualidad, y sin clases, tampoco podíamos exigirlo”, explica Maribell Solis, profesora de danza y, junto a su hermana Karen, una de las dueñas de Danzarte. “Estuvimos parados alrededor de un mes, esperando que las restricciones se levantaran, pero eso no sucedió hasta hace muy poco”, comparte.
Con el pasar del tiempo y el estancamiento del rubro, las deudas comenzaron a apremiar: “Nos vimos obligadas a cambiar de salón, porque el valor del alquiler del que utilizábamos al inicio del año nos había resultado imposible de cubrir. Fue una suerte que encontráramos uno más accesible y con la misma buena ubicación”, reveló.
Danza online: difícil
Más adelante, como la situación no pintaba a mejorar, decidieron iniciar con las clases de danza online, a través de la plataforma Zoom: “No es una instrucción completa, como la que podemos ofrecer de forma presencial, así que no podíamos cobrar cuota completa. Todavía era una dificultad, pero sabíamos que la falta de práctica afectaría demasiado la formación de las niñas, por lo que establecimos ejercicios de estiramiento y calentamiento que ellas pudieran hacer desde sus casas. Incluso llegamos a organizar concursos en línea, con coreografías que ya habían aprendido, porque no podíamos iniciar nuevas en ese formato”.
A pesar de este esfuerzo, las estudiantes más pequeñas, que dependían exclusivamente de sus padres o abuelos para acceder a internet, no lograron unirse a las prácticas, por lo que sus clases no duraron mucho en la modalidad. “Otro factor fue el del espacio y las comodidades, que en la academia tenemos, pero que no podíamos garantizar en cada casa”, relató Maribell.
Ninguna ayuda
A medida que el tiempo pasaba y el modo COVID de vivir se instalaba en la sociedad, el gobierno fue relajando algunas medidas, entre ellas, se cuenta la de permitir la apertura de gimnasios, restaurantes, entre otras actividades económicas: “Pero nadie se estaba preocupando por las escuelas de danzas. El Ministerio de Educación y Ciencias hizo poco, nada, por ayudarnos a retomar la danza”. Para intentar resolverlo, a mediados de julio y en conjunto con otras academias del rubro, lanzaron una campaña a través de redes sociales, mostrando la importancia de volver a las clases presenciales, e incluso sugiriendo métodos seguros para llevar adelante las lecciones de forma segura. “A pesar de que logramos un poco de visibilidad mediática, no logramos ninguna respuesta de parte de las autoridades”, comenta.
No fue hasta este 5 de octubre que se les permitió retornar, siguiendo un estricto protocolo sanitario que, si bien afecta el desarrollo normal, es una dificultad menor en comparación con las que tuvieron que sortear a lo largo del año. “La gente que vive de esto es la que más sufrió. Tampoco recibimos ninguna ayuda económica”, puntualizó la joven de 21 años. “No estaban dadas las condiciones y fue poco lo que pudimos hacer para conservar un poco de normalidad para nuestras alumnas. El calendario lo iremos completando sobre la marcha, porque, aunque pudimos completar exámenes online, sin duda no es el estándar que se busca de una academia de danza”, concluye.