“Ahora va una de Flema, en homenaje a su cantante Ricky, que murió hace poco” decía al micrófono Raúl, vocalista de Trifulka, antes de empezar un cover de “Vahos del Ayer”. La banda oriunda de Lambaré luego se volvería una de las más importantes de la escena punk rock local, con 3 discos llenos de himnos callejeros. Pero aquel era su primer concierto, y el público no conocía aún ninguno de sus temas propios. Sin embargo, ni bien sonaron los primeros acordes del cover, se armó un intenso y celebratorio pogo; cada línea de la canción coreada al unísono. Era 2002, pocos meses tras el fallecimiento de Espinosa, en algún pub de la capital. Esa noche tocaron además Las Monjas y Batallón 40.
Adelantamos un par de años, hasta el 2005. En la Municipalidad de Lambaré estaban en el cartel no menos de 10 bandas, la mayoría desconocidas. Todas o casi todas, una detrás de otra, desfilaban covers de punk argentino, en especial de la banda liderada por Ricky Espinosa: “Tetrabrick”, “Recordándote”, “Nunca Seré Policía”, “Cáncer”… Casi nadie del enorme público tiene más de 20 años. Cientos de chicos y chicas hacen pogo, invaden el escenario o miran de lejos sentados tomando un vinito en cartón.
A medida que la escena punk paraguaya de la década del 2000 crecía brusca y exponencialmente, fue siendo expulsada de los pubs, que no admitía el caos de esa volátil masa de remeras negras. Muchos ni siquiera tenían edad para entrar, de todas maneras. Los shows se fueron trasladando a reductos distintos y mayores, como seccionales, que no eran precisamente el lugar ideal pero eran menos exigentes.
Pero ¿de dónde venía todo esto? Este salto en masividad tomó por sorpresa no solo a la movida underground, sino a la escena rockera en general. Históricamente, el rock argentino siempre fue muy influyente en la movida paraguaya, pero lo que aquí sucedía era otra historia y otra proporción: un tipo de allá de Gerli, en medio del conurbano bonaerense, había calado hondo en las cabezas de miles de chicos y chicas de Paraguay, no solo con su música y letras, sino también con su carisma y la filosofía de vida que proyectaba. Estaba plantada la semilla de la discordia, el inicio de un movimiento que torcería la historia del punk y del rock paraguayo.
La semilla del último punk
“Para muchos de nosotros, la influencia de Ricky resultó ser una escuela adelantada de la vida. Aún hoy, después de tantos años de descubrirlo, nos sigue dando lecciones que antes no entendíamos, y quizás ahora sí, o no… qué más da” se explaya Edgar “Moncho” Petrovich, guitarrista y vocalista de Los Manija, banda lambareña que se dedica a los covers de Flema, aunque también de cumbia villera en formato punk rock. “Como músico nos dejó la herencia de buscar lo real, más allá de las notas, las habilidades o lo profesional. Cuando uno cuenta lo que vive y siente través de la música, llega sin importar el canal, y sin darnos cuenta se vuelven atemporales muchos de los sentimientos que nos provocan”.
El acento filosófico e ideológico de las afirmaciones de “Moncho” no es un capricho personal. La influencia de Flema en sus fans siempre fue mucho más lejos que lo meramente musical. Flema es el barrio, la realidad, la clase trabajadora. También la soledad, la adolescencia, la angustia existencial y la inconformidad con el sistema. Un conjunto de ideas condensado con guitarras distorsionadas y canciones desprolijas, que terminaron acercando al mundo de Ricky con el de los chicos y chicas de Asunción, San Lorenzo o Ciudad del Este.
“Ricky escupió al arquetipo del punk para volverlo poesía, secuelas de una vida contada a través del cristal de lo sensible y duro que puede ser hablar con el corazón. Para mí es un tipo que entendió todo de la forma más dura y cruel, desde la soledad hasta la enfermedad de los vicios, de la violencia social y la impotencia humana”, completa “Moncho”.
Volteando hacia nuestros pagos, también hubo bandas en Ciudad del Este que llevaron la marca del “punk flemero” o “punk barrial”. Una de ellas es Ebrios de Punk Rock: el vocalista Fabricio Benitez recuerda haber tenido el primer contacto con la banda de Ricky Espinosa en Buenos Aires a través de un vecino, hacia el año 2000. “Flema nos dio a entender que no todo lo que está ‘mal’ es feo. A veces tocar mal, o decir una mala palabra bien ubicada, una protesta o defender alguien de otro gusto, es lo bueno de estar mal”, dice el cantante. “Entre el punk y el futbol salió Ebrios. Flema nos marcó mucho con las letras de vivencia y amistad”.
Generaciones “flemeras”
Los Manija y Ebrios de Punk Rock, una en cada extremo oeste y este del país, son solo 2 de las bandas que se han formado en Paraguay con mayor o menor influencia de la música de Ricky. El grueso de éstas se puede encontrar en la franja entre principios y mediados de la década del 2000 (de Trifulka a Piter Punk), cuando se contaban por docenas. Y si bien actualmente el tamaño de la escena no es la misma, la identificación y el sentido de pertenencia continúan. Entre las bandas más recientes con influencia notoria de Flema se puede citar a Marginados, Los Manija, Luisonz y Sin Cuerdas.
Los miembros remanentes de Flema, ya sin Ricky Espinosa, se presentaron en Paraguay por primera vez en 2011. Una presencia tardía, cuando la movida punk barrial ya se había debilitado, pero que fue bienvenida de igual manera, en una noche muy fría en el extinto Club Cerro Corá. Volvieron algunos años más tarde. También es digno notar que Lucas Espinosa, hijo de Ricky, se presentó como solista en Asunción en el 2016, siendo igualmente muy bien recibido por el público. En 2018 se proyectó “Ricky Espinosa – El Documental”, en el centro de Asunción, acompañado de un show tributo hecho por Marginados.
“El público paraguayo yo creo que se siente identificado con Flema porque es punk de barrio. Es el punk que todos los perros quieren contar, cuando estamos cotidianamente viviendo nuestras vidas. Eso era Flema”, dice Mario Achucarro, guitarrista de la histórica banda punk fernandina Kuerda Floja. “Y no tenían filtro, y eso me gustaba mucho, es muy punk, Flema no tenían filtro para decir las cosas”.
“Moncho” de Los Manija lo complementa: “No solo en Paraguay, la música es un refugio para muchos quienes no sentimos encajar en una sociedad que trata de imponer, que juzga y que no ve más allá de lo que les permitieron ver. Cómo no sentir que soy parte del mundo Flema, si cuando todos cantan de días colores yo sé que el cielo a veces también es gris. ‘Frágil como un dibujo pintado en un papel’, así vivimos y sentimos tener voz y sentido en este mundo a través de sus canciones”.